Intenté encontrarlas en los cielos azules.
Me sumergí en galaxias y me crucé con las nubes.
Alguno que otro pájaro me miró en silencio.
Los ángeles sonrieron sin desprecio.
Un cometa me contó su historia, pero
de ellas nada sabía.
Un astronauta loco miró hacia abajo
y mil meteoritos se desplomaron.
Llegué a las puertas de Dios y
golpeé las manos-
Antes que algo dijera me pidieron
que no buscara.
Volví a las tierras, me enterré en los mares.
En alguna llanura sollozé sin llanto.
Miré mi casa, musicalmente hermosa.
Había un brillo. No sé que cosa.
Entré en su cuarto... y allí estaban.
Dos estrellas celestes, en
los ojos de mi niña amada.
Para mi hija Emilia
Guillermo Reyna Allan - Posadas, Abril de 2005Me sumergí en galaxias y me crucé con las nubes.
Alguno que otro pájaro me miró en silencio.
Los ángeles sonrieron sin desprecio.
Un cometa me contó su historia, pero
de ellas nada sabía.
Un astronauta loco miró hacia abajo
y mil meteoritos se desplomaron.
Llegué a las puertas de Dios y
golpeé las manos-
Antes que algo dijera me pidieron
que no buscara.
Volví a las tierras, me enterré en los mares.
En alguna llanura sollozé sin llanto.
Miré mi casa, musicalmente hermosa.
Había un brillo. No sé que cosa.
Entré en su cuarto... y allí estaban.
Dos estrellas celestes, en
los ojos de mi niña amada.
Para mi hija Emilia