jueves, 30 de diciembre de 2010

Perdieron al abuelo cuando lo llevaban en un Rastrojero


No es mi estilo. NO es el estilo de Poedismo subir este tipo de noticias. Pero, como no hubo heridos de gravedad, permitanme tomar esta noticia con un poco de humor negro. Salió publicada en el diario Puntal de Río Cuarto... lean y comenten.


Una fa­mi­lia que se di­ri­gía por la ru­ta na­cio­nal 35 en la pro­vin­cia de La Pam­pa per­dió a un abue­lo que es­ta­ba dur­mien­do en la ca­ja de un ve­hí­cu­lo, en un in­só­li­to epi­so­dio que ocu­rrió en cer­ca­nías de la ca­pi­tal pro­vin­cial, se­gún in­for­ma­ron ayer fuen­tes po­li­cia­les.


La fa­mi­lia se di­ri­gía des­de la ciu­dad de San Juan ha­cia Puer­to Bel­gra­no (Bue­nos Ai­res) y al pa­sar por San­ta Ro­sa fue cuan­do tu­vo lu­gar es­te he­cho.El con­duc­tor pa­ró a car­gar com­bus­ti­ble en una es­ta­ción de ser­vi­cio de San­ta Ro­sa y Jor­ge Na­ran­jo, de 67 años de edad, de­ci­dió acos­tar­se a dor­mir en la ca­ja del ve­hí­cu­lo, un vie­jo Ras­tro­je­ro, pa­ra des­can­sar.Los in­te­gran­tes de la fa­mi­lia, al lle­gar a la lo­ca­li­dad de Ata­li­va Ro­ca pa­ra ce­nar, se die­ron cuen­ta de que el abue­lo no es­ta­ba en la ca­ja del Ras­tro­je­ro, por lo que avi­sa­ron a la Po­li­cía.


Ini­cial­men­te cre­ye­ron que se ha­bía ba­ja­do a úl­ti­mo mo­men­to en la es­ta­ción de ser­vi­cio, pe­ro fi­nal­men­te lo en­con­tra­ron a la al­tu­ra del ki­ló­me­tro 297 de la ru­ta 35, en­tre el Par­que Lu­ro y la en­tra­da a Nai­có, a unos 40 ki­ló­me­tros al sur de San­ta Ro­sa, con al­gu­nos gol­pes y es­co­ria­cio­nes.


Se­gún el re­la­to de Na­ran­jo, lo que ha­bría su­ce­di­do es que, al dor­mir­se, so­ñó que es­ta­ba en la ca­ma y qui­so ba­jar­se de la mis­ma, pe­ro sin reac­cio­nar que es­ta­ba en la ca­mio­ne­ta.Al dar­se cuen­ta, al­can­zó a to­mar­se de la ba­ran­da y co­rre­teó aga­rra­do al Ras­tro­je­ro al­gu­nos me­tros, pa­ra lue­go lar­gar­se a la ban­qui­na, don­de re­ci­bió al­gu­nos gol­pes me­no­res.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Oración de fín de año


Señor, Dios...

Dueño del tiempo y de la eternidad.
Tuyo es el hoy y el mañana, el pasado y el futuro.
Al terminar este año quiero darte gracias,
por todo aquello que recibí de TI.

Gracias por la vida y el amor, por las flores,
el aire y el sol, por la alegría y el dolor,
por cuanto fue posible y por lo que no pudo ser.

Te ofrezco cuanto hice en este año.
El trabajo que pude realizar,
las cosas que pasaron por mis manos,
y lo que con ellas pude construir.

Te presento a las personas que a lo largo de estos
meses amé,
las amistades nuevas y los antiguos amores,
los más cercanos a mí,
y los que están más lejos, los que me dieron su mano,
y aquellos a los que pude ayudar.
Con los que compartí la vida, el trabajo, el dolor y
la alegría.

Pero también, Señor hoy quiero pedirte perdón.
Perdón por el tiempo perdido, por el dinero mal
gastado.
Por la palabra inútil y el amor desperdiciado.
Perdón por las obras vacías y por el trabajo mal
hecho.
Y perdón por vivir sin entusiasmo.
También por la oración, que poco a poco,
fui aplazando y que hasta ahora vengo a presentarte.

Por todos mis olvidos, descuidos y silencios
nuevamente.
Te pido perdón.

Pronto iniciaremos un nuevo año y detengo mi vida,
ante el nuevo calendario aún sin estrenar.
Te presento estos días, que sólo TU sabes, si llegaré
a vivirlos.

Hoy te pido para mí y los míos, la paz y la alegría,
la fuerza y la prudencia, la claridad y la sabiduría.
Quiero vivir cada día con optimismo y bondad.
Llevando a todas partes, un corazón lleno de
comprensión y paz.

Cierra Tú mis oídos, a toda falsedad.
Y mis labios, a palabras mentirosas,
egoístas, mordaces o hirientes.

Abre en cambio mi ser a todo lo que es bueno.
Que mi espíritu, se llene sólo de bendiciones,
y las derrame a mi paso.

Cólmame de bondad y de alegría,
para que cuantos conviven conmigo,
o los que se acerquen a mí, encuentren en mi vida,
un poquito de TI.

Danos un año feliz y enséñanos a repartir felicidad.

Amén


Fuente: Actosdeamor.com

sábado, 18 de diciembre de 2010

A los gauchos


Raza valerosa y dura

que con pujanza silvestre

dio a la patria en garbo ecuestre

su primitiva escultura.

Una terrible ventura

va a su sacrificio unida,

como despliega la herida

que al toro desfonda el cuello,

en el raudal del degüello

la bandera de la vida.


Es que la fiel voluntad

que al torvo destino alegra,

funde en vino la uva negra

de la dura adversidad.

Y en punto de libertad

no hay satisfacción más neta,

que medírsela completa

entre riesgo y corazón,con tres cuartas de facón

y cuatro pies de cuarteta.


En la hora del gran dolor

que a la historia nos paría,

así como el bien del día

trova el pájaro cantor,

la copla del payador

anunció el amanecer,

y en el fresco rosicler

que pintaba el primer rayo,

el lindo gaucho de Mayo

partió para no volver.


Así salió a rodar tierra

contra el viejo vilipendio,

enarbolando el incendio

como estandarte de guerra.

Mar y cielo, pampa y sierra,

su galope al sueño arranca,

y bien sentada en el anca

que por las cuestas se empina

le sonríe su Argentina

linda y fresca, azul y blanca.


Luego al amor del caudillo

siguió, muriendo admirable,

con el patriótico sable

ya rebajado a cuchillo;

pensando, alegre y sencillo,que en cualesquiera ocasión,

desde que cae al montón

hasta el día en que se acaba,

pinta el cub de la taba

la existencia del varón.


Su poesía es la temprana

gloria del verdor campero

donde un relincho ligero

regocija la mañana.

Y la morocha lozana

de sediciosa cadera,

en cuya humilde pollera,

primicias de juventud

nos insinuó la inquietud

de la loca primavera.


Su recuerdo, vago lloro

de guitarra sorda y vieja,

la patria no apareja

preopación ni desdoro.

De lo bien que guarda el oro,

el guijarro es argumento;

y desde que el pavimento

con su nivel sobrepasa,

va sepultando la casalas piedras de su cimiento.


Leopoldo Lugones

sábado, 4 de diciembre de 2010

¿Dónde estás?


Hoy recuerdo a mi viejo. Hace ya 35 años que no está junto a nosotros físicamente. Pero nunca, nunca, ha dejado de estar aqui, muy cerca nuestro...


¿Dónde estás?

¿ Donde estás, querido Viejo ?
En mañanas diáfanas, tardes turbias, y noches tristes,
busqué tu amparo. Tu sonrisa tranquilizadora,
tus palabras sabias.
Y, a veces, no te encontré.

Quizás te busqué donde no debía.
Y me olvidé de Vos. Me olvidé de Dios.
Equivoqué el rumbo. Y me golpeé.
Intenté desviarme. Y no pude.
Me esforcé en cambiar. Y fue imposible.

Y, entonces, como ahora, como siempre,
le pregunté al viento, dónde estás ?
Y la respuesta ululaba entre las hojas de mi mente:
“estoy con vos, en cada uno de tus actos,
equivocados o no. Siempre estoy con vos.’’

Y, cuando miré dentro de mí, te encontré, querido Viejo.
En mis hijos. En mi esposa. En mis sueños.
Te encontré, querido Viejo.
Y al encontrarte me descubrí.
Y al descubrirme me reencontré con Dios.



GUILLERMO REYNA ALLAN


Posadas - Octubre, 1990
Para mi Padre, Ricardo Reyna Lascano

sábado, 27 de noviembre de 2010

A la deriva, de Horacio Quiroga

El hombre pisó algo blanduzco, y en seguida sintió la mordedura en el pie. Saltó adelante, y al volverse con un juramento vio una yararacusú que arrollada sobre sí misma esperaba otro ataque.

El hombre echó una veloz ojeada a su pie, donde dos gotitas de sangre engrosaban dificultosamente, y sacó el machete de la cintura. La víbora vio la amenaza, y hundió más la cabeza en el centro mismo de su espiral; pero el machete cayó de lomo, dislocándole las vértebras.
El hombre se bajó hasta la mordedura, quitó las gotitas de sangre, y durante un instante contempló. Un dolor agudo nacía de los dos puntitos violetas, y comenzaba a invadir todo el pie. Apresuradamente se ligó el tobillo con su pañuelo y siguió por la picada hacia su rancho.
El dolor en el pie aumentaba, con sensación de tirante abultamiento, y de pronto el hombre sintió dos o tres fulgurantes puntadas que como relámpagos habían irradiado desde la herida hasta la mitad de la pantorrilla. Movía la pierna con dificultad; una metálica sequedad de garganta, seguida de sed quemante, le arrancó un nuevo juramento.
Llegó por fin al rancho, y se echó de brazos sobre la rueda de un trapiche. Los dos puntitos violeta desaparecían ahora en la monstruosa hinchazón del pie entero. La piel parecía adelgazada y a punto de ceder, de tensa. Quiso llamar a su mujer, y la voz se quebró en un ronco arrastre de garganta reseca. La sed lo devoraba.
—¡Dorotea! —alcanzó a lanzar en un estertor—. ¡Dame caña!
Su mujer corrió con un vaso lleno, que el hombre sorbió en tres tragos. Pero no había sentido gusto alguno.
—¡Te pedí caña, no agua! —rugió de nuevo—. ¡Dame caña!
—¡Pero es caña, Paulino! —protestó la mujer espantada.
—¡No, me diste agua! ¡Quiero caña, te digo!
La mujer corrió otra vez, volviendo con la damajuana. El hombre tragó uno tras otro dos vasos, pero no sintió nada en la garganta.
—Bueno; esto se pone feo —murmuró entonces, mirando su pie lívido y ya con lustre gangrenoso.

Sobre la honda ligadura del pañuelo, la carne desbordaba como una monstruosa morcilla.
Los dolores fulgurantes se sucedían en continuos relampagueos, y llegaban ahora a la ingle. La atroz sequedad de garganta que el aliento parecía caldear más, aumentaba a la par. Cuando pretendió incorporarse, un fulminante vómito lo mantuvo medio minuto con la frente apoyada en la rueda de palo.
Pero el hombre no quería morir, y descendiendo hasta la costa subió a su canoa. Sentóse en la popa y comenzó a palear hasta el centro del Paraná. Allí la corriente del río, que en las inmediaciones del Iguazú corre seis millas, lo llevaría antes de cinco horas a Tacurú-Pucú.
El hombre, con sombría energía, pudo efectivamente llegar hasta el medio del río; pero allí sus manos dormidas dejaron caer la pala en la canoa, y tras un nuevo vómito —de sangre esta vez—dirigió una mirada al sol que ya trasponía el monte.
La pierna entera, hasta medio muslo, era ya un bloque deforme y durísimo que reventaba la ropa. El hombre cortó la ligadura y abrió el pantalón con su cuchillo: el bajo vientre desbordó hinchado, con grandes manchas lívidas y terriblemente doloroso. El hombre pensó que no podría jamás llegar él solo a Tacurú-Pucú, y se decidió a pedir ayuda a su compadre Alves, aunque hacía mucho tiempo que estaban disgustados.
La corriente del río se precipitaba ahora hacia la costa brasileña, y el hombre pudo fácilmente atracar. Se arrastró por la picada en cuesta arriba, pero a los veinte metros, exhausto, quedó tendido de pecho.
—¡Alves! —gritó con cuanta fuerza pudo; y prestó oído en vano.
—¡Compadre Alves! ¡No me niegue este favor! —clamó de nuevo, alzando la cabeza del suelo. En el silencio de la selva no se oyó un solo rumor. El hombre tuvo aún valor para llegar hasta su canoa, y la corriente, cogiéndola de nuevo, la llevó velozmente a la deriva.
El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyas paredes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negro también. Adelante, a los costados, detrás, la eterna muralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado se precipita en incesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo, y reina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, su belleza sombría y calma cobra una majestad única.
El sol había caído ya cuando el hombre, semitendido en el fondo de la canoa, tuvo un violento escalofrío. Y de pronto, con asombro, enderezó pesadamente la cabeza: se sentía mejor. La pierna le dolía apenas, la sed disminuía, y su pecho, libre ya, se abría en lenta inspiración.
El veneno comenzaba a irse, no había duda. Se hallaba casi bien, y aunque no tenía fuerzas para mover la mano, contaba con la caída del rocío para reponerse del todo. Calculó que antes de tres horas estaría en Tacurú-Pucú.
El bienestar avanzaba, y con él una somnolencia llena de recuerdos. No sentía ya nada ni en la pierna ni en el vientre. ¿Viviría aún su compadre Gaona en Tacurú-Pucú? Acaso viera también a su ex patrón mister Dougald, y al recibidor del obraje.
¿Llegaría pronto? El cielo, al poniente, se abría ahora en pantalla de oro, y el río se había coloreado también. Desde la costa paraguaya, ya entenebrecida, el monte dejaba caer sobre el río su frescura crepuscular, en penetrantes efluvios de azahar y miel silvestre. Una pareja de guacamayos cruzó muy alto y en silencio hacia el Paraguay.
Allá abajo, sobre el río de oro, la canoa derivaba velozmente, girando a ratos sobre sí misma ante
el borbollón de un remolino. El hombre que iba en ella se sentía cada vez mejor, y pensaba entretanto en el tiempo justo que había pasado sin ver a su ex patrón Dougald. ¿Tres años? Tal vez no, no tanto. ¿Dos años y nueve meses? Acaso. ¿Ocho meses y medio? Eso sí, seguramente.
De pronto sintió que estaba helado hasta el pecho. ¿Qué sería? Y la respiración también...
Al recibidor de maderas de mister Dougald, Lorenzo Cubilla, lo había conocido en Puerto Esperanza un viernes santo... ¿Viernes? Sí, o jueves . . .
El hombre estiró lentamente los dedos de la mano.
—Un jueves...
Y cesó de respirar.

sábado, 20 de noviembre de 2010

La negación de la edad, una tontería



La negación de la edad es una tontería. Yo tenía miedo a esta etapa que empieza después de los sesenta años. Ahora, que más o menos estoy instalado en ella (tengo setenta y tres años), me doy cuenta que se me ha simplificado la vida, y la mayor parte de las cosas que antes me preocupaban, ahora creo que son boludeces, pero quedó lo esencial: el amor, los hijos, la justicia social, la solidaridad (y también el dulce de leche y la crema chantilly…)

Esta edad no está tan mal, el tema de la muerte siempre angustia, pero yo creía que iba a ser peor. Es una tontería hacerse el pendejo, fíjense si tuviera que ir al gimnasio, sería todo un laburo y no podría gozar de esto de hacerme el filósofo. Cuando cumplí sesenta años hice una fiesta en la Escuela. Y dije: tengo dos caminos, o me convierto en un viejo sabio, o en un viejo pelotudo. Lo último me pareció aburrido. Cuando no asumís la edad, no gozás ni la una ni la otra.

El temor a la vejez hace que la ocultemos, que sea considerada como algo indigno, a ocultar en un geriátrico porque ya no servimos más.

Acá en la Argentina tenemos la cultura de Mirta Legrand, pobre Mirta, para conservar la juventud debe usar una máscara de cirugía y no está gozando de esa edad.

Cuando estuve en Estados Unidos había una actriz que había sido muy famosa, Bette Davis, que ya estaba muy viejita y tenía el rostro con las arrugas del tiempo. Era conductora y tenía un programa muy respetado, en el que podía decir cosas sabias, porque estaba cómoda en esa edad, era creíble.

También en Italia, estando en una plaza de Roma, pude ver que estaban todos los viejitos (los respetados nonos) jugando a las cartas y tomando Cinzano, con gran dignidad, y la gente iba a preguntarles cosas. El que vio la película casi hasta el final, sabe perfectamente cómo es, y puede avisarle a los otros cómo viene la mano de la vida.

Pero en la Argentina, cuando llegás a esta etapa, te meten en un geriátrico y no aprovechan la historia, que es necesaria para construir el futuro.

En el Amazonas no hay jubilación de viejos. Yo fui hace muchos años, de aventurero, con mochila y bolsa de dormir, y ahí estaban los viejitos de la tribu mirando el río Xingú que desemboca en el Amazonas. Y pensé: "Ahí está la biblioteca nacional"... Uno sabía de partos, otro de canoas, otro de plantas medicinales, a ellos los cuidaban mucho, porque eran los transmisores de la sabiduría, no había transmisión escrita (se moría el de las canoas y tenían que cruzar nadando…) Tenían una dignidad como los que vi en la India. Allí, en el proceso de vida, se respetan todas las etapas.

En estos países de la cultura occidental, tecnológica, donde lo que no es nuevo hay que tirarlo, lo mismo se hace con los seres humanos, y eso es una tontería. En la cultura norteamericana todos tienen que ser jóvenes y lindos.

Hay una etapa de la vida en que uno es niño, otra en que es joven, otra donde es adulto y otra donde es viejo. Nosotros atravesamos las cuatro etapas de la vida, si negamos una, vamos a tener problemas. Si se nos niega la infancia vamos a perder la creatividad, si se nos reprimió la adolescencia, vamos a perder la rebeldía.

Lo importante es seguir creciendo, es como pasar por distintas estaciones. En cada una hay que bajarse y tomar el otro tren (son las crisis evolutivas). Algunos se bajan en una y ahí se quedan, no siguen en el viaje de la vida.

Cuando no se transita uno de los pasajes evolutivos, se produce una perturbación. Si la niña no puede genitalizarse, queda en un vínculo infantil y no asume sus posibilidades de hacer pareja, es la hija que queda captada por un padre muy sometedor, tiene cuarenta años y vive con el padre. Pero no puede hacer pareja con el padre por el incesto y por la diferencia de edad, son dos mundos distintos. Lo mismo ocurre con el varón, cuando muere el padre, y la madre lo coloca en el rol del hombre de la casa. Ese adolescente empieza a desfasarse de su objeto sexual, que es una novia, y es el típico solterón, o se casa y tiene problemas, no se despegó de la madre.

La concentración urbana genera la familia nuclear: papá, mamá y uno o dos hijos, donde es tan pequeño el espacio, que no cabe el abuelo, va al geriátrico, después tienen que mandar al nieto a la guardería, pero ¿quiénes son los mejores cuidadores para el nieto? el abuelo y la abuela. ¿Qué mejor maestra jardinera que un abuelo o una abuela? Ambos están fuera de la producción, fuera de la tensión necesaria para la lucha cotidiana, ambos están en el mundo de lo imaginario...

En Santiago del Estero el tata viejo es un personaje muy importante. Es el que sabe la historia de la familia, transmite la información, los agüelos cuidan al gurí, las dos puntas de la vida se complementan.

En nuestro país la vejez está desvalorizada, los viejos son marginados, el cambio social fue tan brusco que su experiencia habla de una Argentina que perdimos, si terminan en el geriátrico, los tratan como chicos, los retan y los humillan, se deprimen y aparecen todas las enfermedades que tienen que ver con las bajas defensas.

En cambio, en las sociedades más sanas, esta es una época muy rica, porque es la de la reflexión, que es parecida al juego y la creatividad, pero ya después de haber visto la película entera y haberla entendido. Es como el que viajó mucho y ahora puede ver el panorama del viaje.

La última etapa es lo que se llama la senectud, que a veces tiene un deterioro grave, neuronal, de las funciones mentales. De todas maneras, el final del proceso de la vida, que es la muerte, es un tema negado en nuestra cultura. El final, la agonía, a veces tiene características traumáticas, como algunos partos, al inicio. Los humanos somos todos de la tribu de los "Uterumbas", porque vamos del útero a la tumba.

Se puede estar en cualquier edad, incluso setenta, ochenta años, y el que tiene un proyecto se aleja de la muerte. Eso lo vi en Pichón anciano, él decía: “la muerte está tan lejos como grande sea la esperanza que construimos”, el tema es la construcción de la esperanza. ¿Cómo la podés construir?, si esa historia tiene sentido y se arroja adelante como esperanza.

Padres que no le tienen miedo a la muerte hacen hijos que no le tienen miedo a la vida.




Alfredo Moffat - Psicólogo “Terapia de Crisis. La emergencia psicológica”

viernes, 12 de noviembre de 2010

Para mirarse en el espejo

El video que está a continuación puede llamarnos a la reflexión. Es natural que no nos sintamos todos responsables y, también es posible, que no nos guste que nos pongan en la misma bolsa que a corruptos, asesinos, ladrones y estafadores. Pero, a mi parecer, no deja de mostrar una realidad dolorosa de muchas cuestiones que nos rodean....

sábado, 30 de octubre de 2010

Voy en tus huellas


Voy en tus huellas.
Pisando arena. Respirando mar.
Un paso adelante. Te escapas, te vas.
Un ¡sí!, hoy te quiero.
Rostro sinuoso. ¿Estás? Ya no estás.
Cosquillas de viento, delirio total.
Espuma en la mano. Silencio mortal.
Voy en tus huellas.
Total... ¿que más da?


Guillermo Reyna Allan

Río Cuarto - Agosto de 1997

sábado, 16 de octubre de 2010

Bella

Hoy, mis amigos, les dejo un poema de Pablo Neruda. Esta vez la tecnología nos permite disfrutarlo en la extraordinaria voz de Edgardo Suárez. Para no perderlo...

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jueves, 30 de septiembre de 2010

No te rindas


No te rindas, aún estás a tiempo

De alcanzar y comenzar de nuevo,

Aceptar tus sombras,

Enterrar tus miedos,

Liberar el lastre,

Retomar el vuelo.

No te rindas que la vida es eso,

Continuar el viaje,

Perseguir tus sueños,

Destrabar el tiempo,

Correr los escombros,

Y destapar el cielo.

No te rindas, por favor no cedas,

Aunque el frío queme,

Aunque el miedo muerda,

Aunque el sol se esconda,

Y se calle el viento,

Aún hay fuego en tu alma

Aún hay vida en tus sueños.

Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo

Porque lo has querido y porque te quiero

Porque existe el vino y el amor, es cierto.

Porque no hay heridas que no cure el tiempo.

Abrir las puertas,

Quitar los cerrojos,

Abandonar las murallas que te protegieron,

Vivir la vida y aceptar el reto,

Recuperar la risa,

Ensayar un canto,

Bajar la guardia y extender las manos

Desplegar las alas

E intentar de nuevo,

Celebrar la vida y retomar los cielos.

No te rindas, por favor no cedas,

Aunque el frío queme,

Aunque el miedo muerda,

Aunque el sol se ponga y se calle el viento,

Aún hay fuego en tu alma,

Aún hay vida en tus sueños

Porque cada día es un comienzo nuevo,

Porque esta es la hora y el mejor momento.

Porque no estás solo, porque yo te quiero.

Mario Benedetti

domingo, 5 de septiembre de 2010

Volar juntos, pero jamás atados...

Este cuento me lo envió mi amigo Fernando Samitier. No sé quien es el autor, pero me pareció excelente.
Lo comparto con ustedes...
.
Cuenta una vieja leyenda de los indios Sioux que una vez llegaron hasta la tienda del viejo brujo de la tribu, tomados de la mano, Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros, y Nube Azul la hija del cacique y una de las más hermosas mujeres de la tribu.

- Nos amamos - empezó el joven - Y nos vamos a casar - dijo ella - Y nos queremos tanto que tenemos miedo. Queremos un hechizo, un conjuro, un talismán. Algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos. Que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar a Manitu el día de la muerte. - Por favor - repitieron - hay algo que podamos hacer? El viejo los miró y se emocionó de verlos tan jóvenes, tan enamorados, tan anhelantes esperando su palabra. -

Hay algo...- dijo el viejo después de una larga pausa - Pero no sé...es una tarea muy difícil y sacrificada. - No importa - dijeron los dos - Lo que sea - ratificó Toro Bravo - Bien - dijo el brujo
- Nube Alta, ¿ves el monte al norte de nuestra aldea? Deberás escalarlo sola y sin más armas que una red y tus manos, y deberás cazar el halcón más hermoso y vigoroso del monte. Si lo atrapas, deberás traerlo aquí con vida el tercer día después de la luna llena. ¿Comprendiste? La joven asintió en silencio.

- Y tú, Toro Bravo - siguió el brujo - deberás escalar la montaña del trueno; cuando llegues a la cima, encontrarás la más brava de todas las águilas y, solamente con tus manos y una red, deberás atraparla sin heridas y traerla ante mi, viva, el mismo día en que vendrá Nube Alta...salgan ahora!.

Los jóvenes se miraron con ternura y después de una fugaz sonrisa salieron a cumplir la misión encomendada, ella hacia el norte, él hacia el sur.... El día establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes esperaban con sendas bolsas de tela que contenían las aves solicitadas. El viejo les pidió que con mucho cuidado las sacaran de las bolsas. Los jóvenes lo hicieron y expusieron ante la aprobación del viejo las aves cazadas. Eran verdaderamente hermosos ejemplares, sin duda lo mejor de su estirpe.

- ¿Volaban alto?- preguntó el brujo - Si, sin dudas. Como lo pediste...¿y ahora? -preguntó el joven- ¿los mataremos y beberemos el honor de su sangre? - No - dijo el viejo - Los cocinaremos y comeremos el valor en su carne - propuso la joven. - No - repitió el viejo. Harán lo que les digo: Tomen las aves y aténlas entre sí por las patas con estas tiras de cuero...Cuando las hayan anudado, suéltenlas y que vuelen libres. El guerrero y la joven hicieron lo que se les pedía y soltaron los pájaros. El águila y el halcón intentaron levantar vuelo pero solo consiguieron revolcarse en el piso. Unos minutos después, irritadas por la incapacidad, las aves arremetieron a picotazos entre si hasta lastimarse.

- Este es el conjuro. Jamás olviden lo que han visto. Son ustedes como un águila y un halcón; si se atan el uno al otro, aunque lo hagan por amor, no sólo vivirán arrastrándose, sino que además, tarde o temprano, empezarán a lastimarse uno al otro. Si quieren que el amor entre ustedes perdure, "vuelen juntos pero jamás atados".

martes, 3 de agosto de 2010

Monólogo con la bestia




Aléjate pestilente bestia.
Vuelve a tu entorno, donde derramas odio.
Arroja la espuma de tu boca
en el recipiente vacío de tus acólitos.

El fuego eterno que te condena
es cada día más severo,
más horrible,
menos indulgente.

Vomita tormentas y desparrama tempestades.
Intenta doblegarme. Tengo mi escudo.
Me yergo valiente ante ti
El y yo no te tememos.

¿No lo ves?
¡Mientes otra vez..!
Sabes que los cielos y las tierras
le pertenecen, asi como yo, asi como todos.

Tus alaridos no conmueven.
Tus tentaciones me visitaron
y cayeron al fondo de mi alma herida.
Hoy recuperada.

Puedo hablarte sin tapujos.
Te irrespeto.
¡Cómo te duelen mis palabras!
También mis acciones te laceran.

¿Te vas? ¿Te rindes?
Sé que no.
Que una y otra vez lo intentarás.
Vuelve cuanto quieras. Mis puertas, para ti, están cerradas.

Te advierto.
No pierdas tiempo.
Yo ya lo he ganado con mi Amigo.
El me llama, El me posee.

¿No te gusta?
¡Vuélvete a El..!
Déjame en paz con mis amores.
Este es hoy el remanso de mi vida.




Guillermo Reyna Allan (Posadas, 3 de Agosto de 2010)

martes, 27 de julio de 2010

Nido jaula


Quise tomar tu encanto. Busqué las llaves de tus ansias.
Abrí puertas y encontré locuras.
Te atrapé por instantes. Fui feliz, con egoísmo y temor.
Ahora espero que vueles.
Que llegues nuevamente a tu cielo. A tu paisaje.
Ya sabes de la tibieza de mi nido, aquel que quise fuera jaula.
Recorre tu universo. Ríe y llora.
Cuando necesites de un remanso, vuelve.
Las ramitas tiernas seguirán esperando.
El remolino de mi sentimiento no habrá variado.
Estaré aquí, como hoy, como siempre.
Y en la turbulencia de mi entorno
volverás a encontrar la paz que hayas perdido.
Siente. Ama. Goza y sufre.
Yo ya he sentido. He amado. He gozado y estoy sufriendo.
No permitas que te dañen.
Enciérrate donde quieras. Sé libre y siéntete amada.
En esas pequeñas cosas está la vida.
Dale luz verde a tus instintos.
Pero no dudes. No claudiques.
Cuando la tristeza te gane. Llega a mi y reiremos juntos.
Entibiaremos nuestros cuerpos.
Y cuando quieras irte, lo harás segura.
Mi nido jaula seguirá abierto.
Para que te vayas.
Para que vuelvas.

Guillermo Reyna Allan (1997)

domingo, 18 de julio de 2010

Aventura de amistad


Las velas francas de la amistad desplegadas, listas para enfrentar cualquier viento, cualquier tormenta.

Así zarpamos tú y yo, amigo, por las aguas turbulentas de la vida.

Primero hubo tiempos de soles y de estrellas, cada uno vació su tesoro en el otro, y así supimos quienes éramos. Pero luego la calma cedió y los vientos soplaron fuertes y hubo que poner a prueba todo lo que alguna vez habíamos puesto en palabras.

La lucha fue cruenta e impiadosa. El barco giró y ambos caímos al agua. Era difícil reconocernos en la noche entre las olas, la lluvia y los truenos.

A veces parecía que estábamos solos, pero luego nos veíamos, apenas a lo lejos. Y un débil hilo de voz llegaba del uno al otro con palabra blancas como palomas: "Resiste" "Ya pasará" "Atravesaremos esto juntos".

Pero la tormenta siguió y arrastró al barco hasta el fondo helado del océano, y nosotros, exhaustos, solo pudimos aferrarnos a un pedazo de madera para mantenernos a flote.

Pero el pedazo era demasiado pequeño como para soportarnos a los dos, así que nos miramos a los ojos en ese momento y supimos que había llegado la hora de la verdad. El instante preciso en que la amistad se pone en juego.

Debajo de la lluvia, que aún caía, no hicieron falta palabras para saber exactamente lo que debíamos hacer. Emprendimos nuestro regreso a casa juntos. El pequeño trozo de madera nos hizo ver cuan grande era nuestra amistad.

Turnados para flotar en la madera, llegamos a la costa. Uno nadaba y el otro descansaba, después cambiábamos los roles. Allí esta encerrada toda la filosofía de la amistad: cuando uno está caído su amigo lo levanta, y viceversa.

(Poesía de Juan López Cordero, Sevilla, España)

domingo, 20 de junio de 2010

¿Dónde estás?


¿ Donde estás, querido Viejo ?
En mañanas diáfanas, tardes turbias, y noches tristes,
busqué tu amparo. Tu sonrisa tranquilizadora,
tus palabras sabias.
Y, a veces, no te encontré.

Quizás te busqué donde no debía.
Y me olvidé de Vos. Me olvidé de Dios.
Equivoqué el rumbo. Y me golpeé.
Intenté desviarme. Y no pude.
Me esforcé en cambiar. Y fue imposible.

Y, entonces, como ahora, como siempre,
le pregunté al viento, dónde estás ?
Y la respuesta ululaba entre las hojas de mi mente:
“estoy con vos, en cada uno de tus actos,
equivocados o no. Siempre estoy con vos.’’

Y, cuando miré dentro de mí, te encontré, querido Viejo.
En mis hijos. En mi esposa. En mis sueños.
Te encontré, querido Viejo.
Y al encontrarte me descubrí.
Y al descubrirme me reencontré con Dios.



GUILLERMO REYNA ALLAN


Posadas - Octubre, 1990
Para mi Padre, Ricardo Reyna Lascano

lunes, 24 de mayo de 2010

Radiografía de los argentinos



Un estudio profundo sobre los argentinos del Bicentenario. Tan apasionados como prejuiciosos, tan creativos como quejosos. Cómo es el ADN de la Patria. Nuestros gustos, lo que nos apasiona, cómo nos comportamos, en qué creemos.


Hay una efervescencia de fondo en la Argentina. Pequeña pero extendida y, para usar la palabra que más nos gusta, transversal: el interés por nuestra historia, la que hasta ahora no nos habían contado. Ayer nomás, una chica que no superaba los 24 años leía 1810, el último best seller de Felipe Pigna, mientras esperaba que el chofer del colectivo le abriera la puerta para bajar en su destino.

El año pasado se imprimieron 2,5 millones de ejemplares del tema (tres veces más que en 2008) y en lo que va de 2010 ya salieron a la venta 800 mil. Los entendidos dicen que el deseo de conocer el pasado obedece a querer comprender el presente, a descubrir cómo somos. Así nos encuentra el Bicentenario. Pero el intento se puede hacer por otra vía, por ejemplo, siguiendo la vida de un ciudadano promedio, como si se tratara de un Truman Show local.

Perfil.


Dejemos de lado por un momento las cuestiones de género y convengamos en que ese ciudadano es hombre. Es indudable que suena mejor “el tipo” que su versión femenina, y si Doña Rosa tuvo sus quince minutos de fama, ¿por qué no darle la oportunidad a Don Vicente, por ejemplo? Vicente tiene entre 40 y 50 años, está casado y tiene dos hijos. Es jefe de hogar en una familia tipo: su sueldo, de unos 3.500 pesos, es el más importante de la casa. Ya terminó de pagar el inmueble, en algún barrio del AMBA (Área Metropolitana de Buenos Aires) o alguna ciudad grande de la pampa húmeda y fértil, la misma que eligen seis de cada diez habitantes. Todavía no pudo comprarse un auto. Se casó, o empezó a convivir antes de los 25 años, con una chica de 20 que se convirtió en madre de una parejita antes de cumplir los 30, tal como ocho de cada diez mujeres.Así pintan al argentino promedio el informe Situación de la Población en Argentina –elaborado por investigadores del CENEP (Centro de Estudios de Población) a pedido del Fondo de Población de Naciones Unidas– y la Encuesta Permanente de Hogares del Indec. Pero nuestro hombre sabe que la lucha por mantener el hogar está dividida entre mujeres y varones en partes casi iguales porque, como considera Olga Hammar, directora de la Comisión Tripartita de Igualdad de Trato y Oportunidades del Ministerio de Trabajo, “los antiguos roles del hombre proveedor y la mujer criadora ya no funcionan. Y si bien el hombre va asumiendo algunas tareas domésticas, todavía no es suficiente. No se encontró un rol igualitario, y eso incide en la cantidad de hijos.

La familia argentina se va pareciendo cada vez más a la europea. El aumento en la jefatura femenina se ha dado sobre todo en el sector informal, porque la necesidad y la falta de capacitación previa ponen a la mujer en una situación de mayor vulnerabilidad”. La jefatura femenina se duplicó en los hogares de parejas sin hijos y se triplicó en los de un progenitor con hijos. En los sectores más pobres, predomina la mujer como sostenedora del hogar.Vicente también sabe que el promedio de dos hijos por pareja se da sólo entre sus pares, la clase media, porque como dice el sociólogo Emilio de Ípola –profesor de Ciencias Sociales de la UBA, investigador del Conicet y autor de Bemba–, “es algo práctico: la mujer trabaja y no quiere tener hijos, o si los tiene, quiere que se comparta la tarea hogareña. Es una protesta por el exceso de tareas. Por otro lado, las clases altas y bajas son las que registran más descendientes, las más carenciadas no tienen medios para evitarlos y las altas quieren reproducir el apellido”.

Contigo pan y cebolla.


Si más de la mitad de la población que supera los 14 años está casada o convive, y más del 90 por ciento de los nacimientos suceden en ese contexto, podría suponerse que somos familieros y formales, pero no. La psicóloga social Ana Blesa, autora de Mi teta izquierda y Una cuestión de coraje, dice que “somos caretas, la formalidad es una consecuencia. Nos vamos a vivir en pareja sólo para pagar los gastos, no por amor”. Y de Ípola coincide: “Los jóvenes buscan uniones libres, sin restricciones legales, que puedan deshacerse rápidamente y renovarse con otra persona. Por eso eligen la convivencia, es frecuente que se unan pero no por un tiempo prolongado. Es simplemente una forma de achicar gastos”. Su colega Alfredo Moffat, autor de Psicoterapia del oprimido y director de la Escuela de Psicología Social para la Salud Mental, agrega que “ser ‘familiero’ es una concepción romántica de antes, ahora las familias son chicas, la mamá es jefa de hogar y no está en su casa. El casamiento es una institución que ya no se usa. Es como el ahorro.


Los argentinos no ahorran y no se casan”. Seguramente Vicente, de escucharlo, pensaría que es difícil ahorrar, si sólo la famosa canasta básica se lleva el 43 por ciento de su sueldo.

M’hijo el dotor.


Por algo no le puede pagar la facultad al pibe, que ahora tiene 21 años y al igual que seis de cada diez de esa edad, está fuera del sistema educativo. Menos mal que no abandonó el secundario, porque como dice Emilio Tenti Fanfani, profesor de Ciencias Sociales de la UBA, investigador del Conicet y consultor del IIPE-Unesco, si lo hubiera hecho “es probable que pelee por empleos informales, de baja productividad y menor salario. Es equivalente a no tener el primario completo hace 50 años. Es una condición de acceso”.Es cierto que los números indican que avanzamos en la escolarización, pero Tenti Fanfani advierte que el problema es el aprendizaje:


“De los que van a la escuela, muchos aprenden cosas inútiles o directamente no aprenden. Y los que no van es porque la escuela no ofrece lo que los chicos esperan. Se expande la escolarización pero no se democratiza el conocimiento. Ir a la escuela ya no basta. El desafío es mejorar la calidad, un tema que no está en la agenda pública”.Vicente tiene la suerte de que el pibe trabaje y no ande boyando, como otros chicos de su edad. Dos de cada diez no trabajan ni estudian, pero tiene razón Tenti Fanfani, “no es un problema de vagueza sino de estímulos. La gente que no trabaja es porque la economía del país no se lo permite y no porque no quiere”. Otro aspecto que afecta a los jóvenes es que nueve de cada diez de los que trabajan no tienen descuento jubilatorio ni de obra social, sin importar a qué sector social pertenezcan. Según Héctor Recalde –abogado especializado en derecho laboral y diputado nacional–, es consecuencia de “una sociedad que comenzó a deteriorarse en el ’76. Los chicos no ven un futuro posible porque trabajan en negro o están desocupados. Ya no se pregunta ‘en qué trabajás’ sino ‘en qué curro andás’, cambiaron los valores”.

Sí pero no.


Tanto cambiaron que en cada crisis económica culpamos a los inmigrantes por el desempleo. Por un lado somos hospitalarios al recibir a nuestros vecinos de Paraguay, Bolivia y Perú, pero al mismo tiempo les endilgamos el trabajo más pesado: construcción, manufactura, servicio doméstico. “Es una clara discriminación. Nuestro imaginario colectivo, construido durante siglos, entiende que ‘lo europeo, sinónimo de erudito y civilizado’, asegura calidad y referencia, y en ese contexto eurocentrista olvidamos que los migrantes de países limítrofes son portadores de saberes, en algunos casos ancestrales y en otros, si se quiere, liberales, médicos o abogados que nos podrían aportar la misma calidad que cualquier argentino”, admite Claudio Morgado, titular del Inadi. Y agrega que somos “xenofóbicos, a pesar de que nos construimos con una mirada hacia el exterior. Pero es una xenofobia selectiva: la bienvenida no es igual con un francés que con un boliviano, y no es anecdótico. Los momentos clave en esta xenofobia son la documentación y la inserción laboral, con el fantasma impuesto desde la época de los nacionalismos extremos: vienen a quitarnos trabajo. Indígenas, personas de países limítrofes, personas africanas se constituyen así en nuestros chivos expiatorios. Más allá de la diversidad cultural que nos recorre, nuestra xenofobia, hasta incluso regional, nos atraviesa. La construcción contradictoria que hemos tenido durante estos 200 años nos lleva a entender que el desafío de reconstruir la mirada sobre la identidad nacional es enorme”.A Vicente le gustaba pensarse como producto del famoso “crisol de razas”, europeo, claro. Pero Morgado le aclara que “ese crisol, rico y maravilloso, estaba pensado desde una diversidad selectiva: la idea romántica de los abuelos europeos, descendiendo de los barcos, creando una patria. En la década del ’70 se revalorizó la idea, cuando el indigenismo empezó a ser mirado desde un lugar de aporte constructivo. Hoy deberíamos pensar en un crisol como la comprensión de todas y cada una de nuestras diversidades culturales y sexuales, porque raza hay sólo una: la humana, con toda su riqueza compleja”.

Ocio creativo.


No arreglamos la casa ni levantamos paredes, pero que somos trabajadores lo sabe nuestro hombre genérico, que cada año espera sus quince días de vacaciones en alguna playa de la costa atlántica o, en ocasiones, las sierras cordobesas. En esos días, logra distenderse y disfruta de leer, aunque a duras penas alcanza a cinco libros por año. Vicente lee de todo un poco, algo de Paulo Coelho, algo de Gabriel García Márquez, quizá Dan Brown, Mario Benedetti o Isabel Allende. Su mujer y su hija leen más, al menos durante el año; cuando vuelve del trabajo, él prefiere encender la tele y mirar algún noticiero, distraerse con el Showmatch de Marcelo Tinelli, como sucede en otro millón de casas, o mirar algún programa deportivo.

Fuente: Raquel Roberti (Veintitres - elargentino.com)



miércoles, 19 de mayo de 2010

El vedettismo sindical, ¿en pos de un cambio de objetivos?


Muchas veces, al menos en la corta historia de la democracia argentina recuperada, los líderes sindicales han privilegiado sus apetencias personales a las lógicas aspiraciones de sus afiliados. Es asi como la lucha gremial, genuina y sumamente entendible en la mayoría de los casos, pasa a ser una cuestión de vidriera para quienes conducen los destinos los sindicatos.


La apetencia por sumar puntos en la "política interna" de sus asociaciones y, desde allí protectarse a otros destinos político-partidarios, desvía, muchas veces, el objetivo de la pelea por mejores condiciones laborales de los agremiados.


En la soledad de sus escritorios y con el endulzante "run-run" de sus seguidores a ultranza zumbando en sus oídos, los dirigentes de esta época se pierden en la inocencia de la lucha por el poder propiamente dicho, descuidando el deber de trabajar para quienes los siguen.Uno de los primeros pasos en ese sentido es la intransigencia sin sentido en las mesas de negociaciones. Ese "poder" de estar siempre en disconformidad les otorga mandatos inexistentes ante la creencia de ser escoltados por cientos de agremiados que, en verdad, miran azorados los resultados de las negativas y la prolongación de la lucha sindical.


Cuando una de las partes (en toda negociación) es intransigente es poco probable que se llegue a acuerdos sensatos.El arrogarse la representación de una mayoría, solamente existente en los números dibujados en aquel escritorio de referencia, otorga una fuerza que apunta más al logro mediático de la resistencia personal que a la verdadera razón del debate.


Ante el vedettismo cada vez más irresistible de ocupar centímetros en los diarios y minutos en la radio y la TV, los nuevos sindicalistas se trepan a las pequeñas victorias de espacio popular que a la lucha gremial en sí.Lejos van quedando los objetivos primigenios de obtener mejoras. Esto es reemplazado por el deseo de ser convocados por una fuerza política para ocupar otro tipo de espacios.


Hay ejemplos muy claros a nivel nacional, con nombre y apellido. Solo hace falta revisar los archivos para que caigan a pedazos nombres de encumbrados líderes sindicales que, una vez logrado el objetivo, se olvidan de quienes los acompañaron "en la dura lucha en favor de los compañeros".También el saber leer hacia atrás nos ofrece algunos nombres a nivel provincial. Hoy también se puede observar ese vedettismo que a veces se transforma en histeria mediática.


¿Hay excepciones?. Claro que las hay. Están aquellos que genuinamente no claudican en la dificil tarea de negociar con las patronales. Pero también es cierto que hay muchos líderes del sindicalismo actual que, apoyados por los "mecenas políticos" y con bolsillos bien abrigados, no miran más que el horizonte personal, lejos de la tarea para las que fueran elegidos


.Como dice el viejo refrán: "Al que le caiga el sayo, que lo ponga".


*Escribe: Guillermo Reyna Allan

lunes, 10 de mayo de 2010

Mi mamá se llama Ramón

Dos leonas no hacen pareja. Dos gatos, tampoco. No pueden aparearse. Para ello tendrían que ser de distinto sexo y de la misma especie. Son cosas de la zoología. No es producto de la cultura hitita, fenicia, maya, cristiana o musulmana. Por supuesto no es un invento de la Iglesia Católica. Muchos siglos antes de que Jesús naciera en Belén, el Derecho Romano reconocía el matrimonio como la unión de un hombre y una mujer. Después ellos se divertían con efebos, que para eso estaban, para el disfrute. La esposa era para tener hijos.

La palabra matrimonio procede de dos palabras romanas: "matris" y "munio". La primera significa "madre", la segunda "defensa". El matrimonio es la defensa, el amparo, la protección de la mujer que es madre, el mayor y más sublime oficio humano.

Cada palabra tiene su significado propio. Una compraventa gratuita no es una compraventa, sino una donación. Y una enfiteusis por cinco años no es una enfiteusis, sino un arriendo vulgar.

Llamar matrimonio a la unión de dos personas del mismo sexo me parece como poco serio. Jurídicamente, un disparate. De carcajada. Que le llamen "homomonio", "chulimonio", "seximonio", lo que quieran, todo menos matrimonio, que ya está inventado hace tiempo. Nadie llama tarta de manzana a la que está hecha de peras.

Lo curioso es que cuando dices cosas como estas, algunos te miran como extrañados de que no reconozcas la libertad de las personas. Y por más que les dices que sí, que respeto la libertad de todos, que cada uno puede vivir con quien quiera, incluso con su perro, pero que eso no es un matrimonio, van y me llaman intolerante.

No sé lo que harán los parlamentarios españoles a la hora de votar. Son políticos, no juristas. Votarán por razones políticas, no según Derecho. Las consecuencias son graves. Si un varón tiene derecho a casarse con otro varón y una mujer a hacerlo con otra mujer, ¿le vas a negar el derecho a un hermano a casarse con su propia hermana? ¿O a un padre a hacerlo con su hija? ¿No tienen el mismo derecho? La sociedad se quiebra. Huele a podrido. Como en Dinamarca.

Cuando la profe le preguntó a Pablito cómo se llamaba su madre, el niño contestó: "Mi mamá se llama Ramón"

José Carlos Areán
Celta – Vigo – España

Nota de redacción:
El artículo ha sido escrito en España, pero es perfectamente aplicable a nuestra realidad argentina.
( DE "EL BAUL DEL VIEJO DONALD").-

jueves, 29 de abril de 2010

SINDROME DE HUBRIS Y NEMESIS,ENFERMEDAD POLITICA Y PODER


Por la Dra. Graciela María Espinoza

Como dijo Eurípides: “Aquél a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco”.

El poder intoxica tanto que termina afectando la salud y/o el juicio de los dirigentes
políticos.

Las presiones y la responsabilidad que conlleva el poder termina afectando a la mente [1]

Llega un momento en que quienes gobiernan dejan de escuchar, se vuelven irreflexivos y
toman decisiones por su cuenta, sin consultar, porque piensan que sus ideas son las correctas.

Por eso, aunque finalmente se demuestren erróneas, nunca reconocerán la equivocación y
seguirán pensando en su buen hacer.

En un ensayo publicado en “Journal The Royal Society Of Medicine”, David Owen, neurólogo,
señala que cuando el poder sube a la cabeza y se sienten llamados por el destino a grandes
hazañas, es porque están padeciendo un comportamiento hubrístico.

El “Síndrome de Hubris” o “delirio de los políticos” responde más a una denominación
sociológica que propiamente médica, aunque los galenos somos conscientes de los efectos
mentales del poder.

Hubris, es un concepto griego que hace referencia al héroe que después de ganar una batalla
se emborracha con el éxito y eso le hace perder contacto con la realidad y, por lo tanto,
entrar en un huracán de equivocaciones.

En la Antigua Grecia aludía a un desprecio temerario hacia el espacio personal ajeno, unido
a la falta de control sobre los propios impulsos, siendo un sentimiento violento inspirado
por las pasiones exageradas, consideradas enfermedades por su carácter irracional y
desequilibrado, y más concretamente por Ate (la furia o el orgullo).

En la mitología griega, Némesis que es la diosa de la justicia retributiva y la venganza,
contraataca.

¿Cómo se desarrolla el síndrome de Hubris?
Cuando una persona más o menos normal entra a la vida política y de repente alcanza el
poder o un cargo importante, internamente tiene un principio de duda sobre si realmente
tiene capacidad para ello.

Al principio la inseguridad lo llena de ansiedad para no fracasar y pone el mayor esfuerzo
para hacer las cosas bien. Pero pronto surge la legión de incondicionales que le felicitan
y reconocen su valía. Poco a poco, la primera duda sobre su capacidad se transforma y
empieza a pensar que está ahí por méritos propios.

Todo el mundo lo adula, quiere saludarle, hablar con él, recibe halagos de belleza,
inteligencia…

Esta es sólo una primera fase. Pronto se da un paso “más” en el que ya no se le dice lo que
hace bien, sino que menos mal que estaba allí para solucionarlo y es entonces cuando se
entra en la ideación megalómana, cuyos síntomas son la infalibilidad y el creerse
insustituibles. Es entonces cuando los políticos dan el paso en falso, algunos quieren la
reelección indefinida, otros comienzan a realizar planes estratégicos irrealizables, que
abarquen varios mandatos, como si ellos fueran a estar todo ese tiempo, otros inauguran
obras faraónicas imaginarias, manejan la prensa, la publicidad y hasta pueden dar
conferencias sobre temas que desconocen.

Pero no queda aquí la cosa.

Tras un tiempo en el poder, los afectados por el Hubris padecen lo que psicopatológicamente
se llama desarrollo paranoide.

Todo el que se opone a él o a sus ideas, son enemigos personales, desestabilizadores, que
responden a apetencias personales. Puede llegar incluso al “desarrollo paranoide de
persecución”, que consiste en sospechar de todo el mundo que le haga una mínima crítica y,
progresivamente, aislarse más de la sociedad.

Se vuelven herméticos e infranqueables ante la desconfianza, se encierran cada vez más. Se
colocan una pesada armadura que los preserva de los cascotazos de la realidad, pero que los
convierte casi en autistas políticos. Sólo los detiene una gran derrota.

Es entonces que como castigo aparece Némesis, que devuelve a la persona de un batacazo a la
realidad a través del fracaso. Intentan remontar la popularidad y recuperar el prestigio
que se lo llevó la soberbia, pero están tan solos con el poder y desarrollan un intenso
estrés, que los llena de ansiedad y enferman.

Y, así, prosiguen acumulando un sinnúmero de equivocaciones, hasta el cese de mandato o
pérdida de las elecciones. Es entonces que aparecen las enfermedades del poder: Estrés,
depresión, hemorragias digestivas, infarto, accidentes isquémicos cerebrales, etc., ante
una situación que no alcanzan a comprender y que ya no pueden controlar.

En nuestro país el síndrome de Hubris se ha transformado en una epidemia.

Entristece mucho la manera en que pulverizan los mejores cuadros políticos y técnicos
porque son independientes. Los consumen como cigarrillos. En un instante los convierten en
humo y tiran la colilla a la basura.

Así, los mejores hombres son reemplazados por los más sumisos. Aquellos que se atreven a
opinar, a expresar una idea discrepante, poco a poco se van convirtiendo en peones
incómodos que se van alejando del núcleo duro del dirigente afectado por el síndrome.

Si conocen algunas personas en la cercanía del poder que presenten alguno de los síntomas
que se mencionan: exagerada confianza en sí mismos, desprecio por los consejos de quienes
lo rodean y alejamiento progresivo de la realidad, coméntenle que están padeciendo el
síndrome de Hubris y anticípenle que el poder es un bien que circula, nadie es su titular,
que no queda en manos de nadie, y que cambia de dueño fácilmente.

Notas[1] “En la enfermedad y en el poder”, David Owen presenta las conclusiones de seis
años de estudio del cerebro de los líderes políticos. La ventaja de Lord Owen es que además
de ser neurólogo fue ministro de Relaciones Exteriores de Inglaterra y fundó el Partido

Social Demócrata luego de emigrar al laborismo.

Michel Foucault. Un diálogo sobre el poder Ed. Alianza. Madrid 1981


Nota: “Sueña el Rey, que es Rey y vive/ con ese engaño mandando, /disponiendo y gobernando
/ y el aplauso que recibe, / postrado en el viento escribe / y en cenizas lo convierte;


¡La muerte!
Desdicha fuerte
Es que hay quien intente gobernar, sabiendo que ha de despertar.
¿En el Sueño de la muerte?”

jueves, 22 de abril de 2010

Sobre Carlos Martínez Gamba



Hola amigos, me llega, con la firma de Raul Puentes, este mail que describe al reciéntemente desaparecido Carlos Martínez Gamba.
Paraguayo el, pero argentino por adopción, es uno de los grandes de la literatura regional.
Les dejo el mail de Raul... Ese es también mi homenaje...

Acabo de enterarme de la muerte del escritor Carlos Martínez Gamba, el padre de Fedra, una amiga que me dio la adolescencia. En esos tiempos, a Carlos le tomábamos el vino sin permiso y él siempre volvía a dejar una damajuana llena en el mismo lugar, convidándonos sin palabras, acompañando nuestros debates y nuestro crecimiento en silencio, respetuoso, cordial.


Carlos llegaba siempre con la barba larga y los ojos escondidos detrás de tantos pelos. Me enseñó, en su trato, sobre el respeto y sobre los afectos.


Siempre nos miraba esperanzado, optimista. Nos dio un lugar en el mundo, tratándonos como adultos cuando apenas eramos unos gurises promediando la secundaria: fue el primer adulto que me saludó pasándome la mano, mirando a los ojos, apretando fuerte: ese gesto fue un reconocimiento y una enseñanza que siempre tuve presente. Ese hombre misterioso y callado era capaz de salir de ese estado permanente de reflexión con el que parecía andar por la vida para saludar a los amigos de sus hijos, de hombre a hombre, con la deferencia de pasarte la mano y dejarte entrar, de esa manera, al mundo de los adultos, un lugar que por entonces no nos era propio porque la niñez se nos colaba por todos lados, resistiéndose a dejarnos.


Nos sentábamos en el piso, frente al fuego, rodeado por esos libros viejos y amarillentos que yo solía hojear, casi profanándolos, cuando él no me veía. Siempre preguntaba si tu viejo, Fedra, se los había leído a todos, porque eran muchos. Siempre quise pedirle que me prestara uno de esos libros, que me recomendara alguno, pero consciente de mi propia inmadurez, nunca me animé a hacerlo. Sin embargo hoy me doy cuenta que se hubiera detenido a aconsejarme alguno porque no nos veía niños.


Por entonces nadie de nosotros sabía que el papá de Fedra (y de Demian y de Rodrigo) era un escritor importante. Sólo era el padre de nuestra amiga. Y era, también, un hombre profundo que nos inspiraba muchísimo respeto.


En 2004 dirigí la revista Contexto, que se editaba cada semana con el diario El Territorio. El año anterior, en diciembre de 2003, habían premiado a Carlos, nuestro "arandú caraí", con el máximo premio de la literatura paraguaya.


Otro amigo entrañable, Kevin Morawicki, también de Puerto Rico, tuvo el placer de entrevistarlo para Contexto y publicamos una larga nota, que transcribo a continuación.


Confieso que siempre quise hacerle yo esa nota a Martínez Gamba, el escritor, el papá de mi amiga. Nunca pude tener con el hombre que admiro la profunda charla que te permite ese tipo de entrevista y porque no hubiera podido tomar distancia de las emociones de mi adolescencia, le pedí a Kevin que lo entrevistara. Sabía lo que iba a pasar: Kevin volvió impresionado, con los ojos grandes, con el corazón revuelto, con la cabeza sacudida.


Me quedo con las ganas de agradecerle a Carlos por dejarnos tomarle el vino. Y por sus hijos, mis amigos, con quienes hoy lloro ante esta partida.


La nota: http://contexto.blogia.com/2005/053102-arandu-carai.php

viernes, 16 de abril de 2010

Pregón



Señor que no me mira
mire un poco
Yo tengo una pobreza para usté

Limpia
nuevita
bien desinfectada
Vale cuarenta
Se la doy por diez

Señor que no me encuentra
busque un poco
mueva la mano
desarrime el pie
busque en su suerte
en todos los rincones
piense en las muchas cosas
que no fue

Le vendo la pobreza
Es una insignia
En la solapa puede convencer
Qué cosas raras pasan en el mundo
usté tiene agua
yo no tengo sed

Tiene su cáscara
su dios
su diablo
su fe en los cielos
y su mala fe
Lo tiene todo menos la pobreza
Si no la compra
llorará después

Va como propaganda
como muestra
Quizá le guste y le coloque cien

Pobreza sin los pobres
por supuesto
ya que los pobres
nunca huelen bien

Pobreza abstracta
sin harapos
pulcra
noble al derecho
noble del revés
Pobreza linda para ser contada
después del postre
y antes del café

Señor que no me mira
mire un poco
Yo tengo una pobreza para usté
Mejor no se la vendo
Le regalo

la pobreza por esta única vez.

Mario Benedetti

sábado, 27 de marzo de 2010

UN DÍA EN LA VIDA DE ROQUE (Cuento corto)


Roque sorbió intensamente el mate. Se deleitó con el sabor amargo de la infusión que le devolvía, en parte, las ganas de seguir con su trabajo.
Hizo caso omiso a esa idea. Era mucho lo que faltaba. En la soledad de la oficina decidió concluir la jornada. Ya habría tiempo de recuperar el tiempo. Al fín y al cabo era sábado por la tarde.
Acomodó lentamente los papeles. Algunos en carpetas, otros en cajones sin nombre. Caminó hasta la cocina y, meticulosamente, limpió el porongo y la bombilla. Sin derramar agua, vació el termo y envolvió los elementos para guardarlos en su bolso de mano.
Miró en derredor. Un gastado tubo fluorescente titilaba como pidiendo que alguien tuviera piedad y apagara su vida. Nada más. Silencio. Lo de siempre.
Suspirando encendió el enésimo cigarrillo y se dirigió a la puerta. Tras cerciorarse que todo estaba en orden entornó la abertura, cerró y puso llave.
Ya en el pasillo hacia el ascensor, en un movimiento mecánico, palpó sus bolsillos. Las llaves del auto, el encendedor y las pastillas de menta. Todo en su lugar. Podía ir de regreso a casa.
Ya en la calle, caminó unos metros hasta llegar a su viejo Renault 11. Remoloneando, el motor encontró su ritmo.
–Debo cambiar la batería, pensó.
Pero ese desliz mental fue rápidamente superado por los pensamientos que atormentaban a Roque desde hacía bastante tiempo.
El mismo camino. El mismo recorrido, tratando de evitar los semáforos. El tránsito era rápido a pesar de la tenue llovizna que humedecia las calles de Posadas. La humedad del ambiente predecía la continuidad del mal tiempo.
La avenida Corrientes lo depositó en su intersección con Mitre en la ahora rápida Francisco de Haro. Aceleró buscando ganar tiempo.
Fue todo muy rápido. Una camioneta 4x4 se cruzó de carril buscando ingresar a Blas Parera. El conductor del pesado rodado no puso guiño advirtiendo de su mala maniobra. Roque frenó, pero los gastados neumáticos de su auto se deslizaron sobre el mojado pavimento. El impacto no se hizo esperar. El frente de su vehículo chocó la parte lateral derecha de la camioneta.
Los daños no habían sido considerables por lo que Roque bajó de su auto calmadamente. Distinta fue la actitud del otro conductor.
Era un conocido abogado del foro local. Este, con el rostro desencajado embistió contra Roque.
-¿Qué hacés pedazo de estúpido. Porqué no mirás por donde vas…?
Roque, sabiendo que él no era responsable del accidente, no reaccionó y se acercó para verificar los destrozos de ambos autos.
El llanto de una criatura, en el interior de la camioneta, desvió su atención. No se percató de lo cerca que estaba el letrado. Tampoco advirtió que este se mostraba cada vez más enojado.
De las iracundas palabras al golpe artero solo hubo un segundo. El puñetazo dio de lleno en el rostro de Roque que, confundido, solo atinó a hacer equilibrio para no caer al pavimento.
Un líquido tibio y pegajoso comenzó a bajar de la ceja derecha del rostro de Roque. La sangre llegó rápidamente a la camisa para darle un tinte rojizo fuerte.
-¡¡Defendete infeliz..!!, le gritaron a la vez que una nueva trompada cruzó el aire y culminando su recorrido en la nariz de Roque.
Mientras caía alcanzó a observar que mucha gente se acercaba. Un puntapié feroz lo devolvió a la realidad. El dolor en las costillas se hizo agudo e insoportable. Roque luchaba para no perder el conocimiento, lejos de entender cabalmente lo que estaba ocurriendo.
El abogado, totalmente descontrolado, se acercó entonces a su camioneta y tomó del cuello a la pequeña que seguía gritando. La sacudió y le gritó.
- Callate de una vez. Callate, te digo..
Roque se levantó. La llovizna fue un bálsamo. Todo pasaba como en “cámara lenta”. Como en las películas, pensó.
Apoyado en el capot de su auto, el oficinista recuperó el aliento.
La cachetada que Rubén, asi se llamaba el abogado, le propinó a la nena fue la gota que colmó el vaso.
Sacando fuerzas de la nada Roque se abalanzó contra el letrado. Tomó al hombre de un brazo y, literalmente, lo hizo girar. Sus manos, ahora unas garras, se cerraron sobre el cuello de Rubén. Apretó, apretó…
- ¡¡ Basta..!!, le gritaron. – Ya está, ya está, calmate-, vociferaron.
Cuando Roque soltó al abogado, este se desplomó y golpeó muy fuerte su cabeza con el paragolpes de la camioneta.
Un policía tomó a Roque por la espalda y con una maniobra lo hizo arrodillar. La sangre seguía manando de su ceja.
En un abrir y cerrar de ojos su rutinaria y tranquila existencia se había confundido en un pandemonium. ¿Qué había pasado? ¿Por qué?
- El tipo está muerto, dijo uno.
- ¿Cómo…?
- Y, se golpeó fuerte, agregaron.
Unas esposas se cerraron sobre las muñecas de Roque. Rápidamente dos uniformados lo levantaron y lo introdujeron en un patrullero.
Ya en la seccional de policía un oficial le comentó que su situación legal era complicada porque el abogado había fallecido. Le recomendó, además, que hablara con un letrado.
A Roque le costaba entender lo ocurrido. Pidió un teléfono y llamó a su amigo Eugenio. En pocas palabras le comentó lo sucedido. Las preguntas desde el otro lado del auricular fueron respondidas con monosílabos.
Estaba en una celda. Solo.
- ¿Entiende su situación?, le preguntó un policía.
- La verdad… no, dijo Roque.
- Tras el accidente usted la emprendió a golpes con el abogado y, encima trató de atacar a la menor que estaba en la camioneta..
- No, no es asi. Hay testigos. El fue quien me golpeó y quien maltrató a la nenita.
- Sin embargo aseguran que el occiso solo se defendió de su agresión y que atinó a proteger a su hija cuando usted se aproximó al auto.
- No…no. No es posible. Yo solo intenté que el hombre no golpeara a la pequeña, dijo Roque casi sollozando.
- Pero usted admite que tomó a Rubén del cuello y que solo lo soltó cuando lo forzaron a ello.
- Sí. Pero él ya me había pegado antes. Mire mi cara. ¿Cree que me hice esto solo?
- Pero su ataque fue muy vehemente. El hombre se defendió hasta donde pudo y ahora está muerto. – Dijo solemnemente el policía.
- Yo no lo maté. El se golpeó al caer, argumentó Roque.
- Eso lo determinará la autopsia. Por ahora todo hace suponer que murió estrangulado o víctima de los golpes que usted le propinó, afirmó el oficial.
El atribulado oficinista no daba crédito a lo que estaba ocurriendo. El había sido atacado. El había sido golpeado y ahora lo acusaban de asesinato.
- Esto no está ocurriendo, pensó. –Por favor, entiendan lo que pasó. No ha sido mi culpa. Hay gente que debe haber visto todo. Busquen, pidió casi desesperadamente.
- Usted sabe que los testigos se “fabrican”, que la gente no quiere meterse en problemas. Cuando preguntamos la mayoría dijo que llegó al lugar del choque cuando el abogado ya estaba en el piso, al lado de su camioneta.
Casi dos horas después llegó Eugenio. Venía acompañado de Daniel, un abogado amigo.
Tras escuchar el pormenorizado relato que hizo Roque de lo que se acordaba. El letrado, con un gesto que denotaba preocupación, dijo, -Roque, la verdad es que la situación es comprometida. Rubén era un hombre de dinero, con influencias. Los testigos brillan por su ausencia o te incriminan directamente. ¿Me estás diciendo la verdad..?
Los ojos de Roque, enrojecidos por la bronca, se clavaron en los de Daniel.
- ¿Qué estás diciendo..? ¿Cómo se te ocurre que yo iba a actuar de esa manera si no había algo que me incitara..?
- Pero estás diciendo que lo atacaste. Estás afirmando que fuiste llevado a esa situación, manifestó Eugenio que, hasta ahora, había permanecido en silencio.
- Intenté defender a la nena y defenderme a mi mismo, casi gritó Roque.
- Tu actitud no hace más que comprometerte, argumentó Eugenio.
- ¡ Terminemos con esto..! ¿Me van a defender o me van a acusar?.
- Bueno, quedate tranquilo, Veré qué puedo hacer, dijo Daniel poniéndose de pie y dirigiéndose a la puerta.
Eugenio, aún mirando a Roque, le hizo saber que se ocuparia del caso.
Eran las once de la noche. Solo habían pasado tres horas desde que Roque había tomado su último mate en la oficina.
Volvió a concentrarse en los pensamientos que, como habíamos dicho, ocupaban su mente en los últimos días. A lo mejor este episodio sirviera para llevar adelante su plan, su estrategia.
La soledad y la rutina que lo venían embargando se habían modificado por un accidente. Roque sonrió, solo un accidente podría haber cambiado un poco su vida. Solo un accidente le había otorgado cierta adrenalina a su cuerpo.
Pensó en su casa. En las pastillas que había dejado ordenadas para ser consumidas a su regreso de la oficina…
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Al rato, un policía de guardia vio el cuerpo de Roque, sin vida, colgado de una viga del techo. Su cinturón había hecho el trabajo de los comprimidos que, en su casa ya no serían ingeridas por nadie.

Guillermo Reyna Allan
Posadas (27/03/2010)

miércoles, 17 de marzo de 2010

El muelle abandonado


Sentado a orillas de un muelle abandonado
Escuche por última vez
El canto de una sirena
Canción de ecos en los esteros
Sobre los mares espejos
Relámpagos de ilusión, rugir de cadenas
Allá se fue mi barca levantando anclas
Anidando en mí pecho solitarios senderos

El peso del tiempo no se esfuma
Me enraizó en la arena
Fijando la vista en el horizonte de mi carabela
Con la luz encendida aunque pequeña sea

La aurora florece entre mar y cielo
Anunciando un nuevo día
El cantar de la sirena no se termina
Y las olas me van ahogando

Mis huellas van flotando en el pasado
Con el aire frió de una melodía
En este muelle abandonado
Me quedo naufrago.

Las olas azotan astillas en la playa
De maderos deteriorados
Que algún día fueron fragatas
Surcando sus rumbos en lágrimas transformadas en aguas

Dejando atrás grietas que no se sierran
Aun que aleteen las gaviotas
Se fueron los días en las sales, y las espumas
A orillas de este muelle abandonado aun se encuentran mis penas.



Julian Padilla
Puerto Iguazu Misiones

Datos del Autor: Nacido el 2 de Julio de 1980 en Puerto Iguazu Misiones,Apasionado por la poesia desde 17 años con dos libros escritos
.

martes, 9 de marzo de 2010

La Argentina insolente



El Dr. Mario A. Rosen es medico, educador, escritor, y empresario exitoso. Tiene 63 años. Socio fundador de Escuela de Vida, Columbia Training System, y Dr. Rosen & Asociados. Desde hace 15 años coordina grupos de entrenamiento en Educacion Responsable para el Adulto. Ha coordinado estos cursos en Neuquen, Cordoba, Tucuman, Rosario, Santa Fe, Bahia Blanca y en Centro America. Medico residente y Becario en Investigacion clinica del Consejo Nacional de Residencias Medicas (UBA)... Premio Mezzadra de la Facultad de Ciencias Medicas al mejor trabajo de investigacion (UBA). Concurrio a cursos de perfeccionamiento y actualizacion en conducta humana en EEUU y Europa. Invitado a coordinar cursos de motivaciÃo en Amway y Essen Argentina, Dealers de Movicom Bellsouth, EPSA, Alico Seguros, Nature, Laboratorios Parke Davis, Melaleuka Argentina, BASF.


La Argentina Insolente

En mi casa me enseñaron bien.
Cuando yo era un niño, en mi casa me enseñaron a honrar dos reglas sagradas:
Regla N° 1: En esta casa las reglas no se discuten.
Regla N° 2: En esta casa se debe respetar a papa y mama.
Y esta regla se cumplia en ese estricto orden. Una exigencia de mama, que nadie discutia... Ni siquiera papa. Astuta la vieja, porque asi nos mantenia a raya con la simple amenaza: "Ya van a ver cuando llegue papá".


Porque las mamás estaban en su casa. Porque todos los papás salían a trabajar...
Porque había trabajo para todos los papás, y todos los papás volvían a su casa.
No había que pagar rescate o ir a retirarlos a la morgue.
El respeto por la Autoridad de papa (desde luego, otorgada y sostenida graciosamente por mi mama) era razón suficiente para cumplir las reglas.


Usted probablemente dirá que ya desde chiquito yo era un sometido, un cobarde conformista o, si prefiere, un pequeño fascista, pero acépteme esto: era muy aliviado saber que uno tenía reglas que respetar.


Las reglas me contenían, me ordenaban y me protegían. Me contenían al darme un horizonte para que mi mirada no se perdiera en la nada, me protegían porque podía apoyarme en ellas dado que eran sólidas..


Y me ordenaban porque es bueno saber a qué atenerse. De lo contrario, uno tiene la sensación de abismo, abandono y ausencia.


Las reglas a cumplir eran fáciles, claras, memorables y tan reales y
consistentes como eran "lavarse las manos antes de sentarse a la mesa" o "escuchar cuando los mayores hablan".


Había otro detalle, las mismas personas que me imponían las reglas eran las mismas que las cumplían a rajatabla y se encargaban de que todos los de la casa las cumplieran.
No había diferencias. Eramos todos iguales ante la Sagrada Ley Casera.
Sin embargo, y no lo dude, muchas veces desafié "las reglas" mediante el sano y excitante proceso de la "travesura" que me permitía acercarme al borde del universo familiar y conocer exactamente los límites. Siempre era descubierto, denunciado y castigado apropiadamente..
La travesura y el castigo pertenecían a un mismo sabio proceso que me permitía mantener intacta mi salud mental.
No había culpables sin castigo y no había castigo sin culpables. No me diga, uno así vive en un mundo predecible..
El castigo era una salida terapéutica y elegante para todos, pues alejaba el rencor y trasquilaba a los privilegios. Por lo tanto las travesuras no eran acumulativas.
Tampoco existía el dos por uno. A tal travesura tal castigo.
Nunca me amenazaron con algo que no estuvieran dispuestos y preparados a cumplir.
Así fue en mi casa. Y así se suponía que era más alla de la esquina de mi casa. Pero no. Me enseñaron bien, pero estaba todo mal.
Lenta y dolorosamente comprobé que mas alla de la esquina de mi casa había ·"travesuras" sin "castigo", y una enorme cantidad de "reglas" que no se cumplían, porque el que las cumple es simplemente un estúpido (o un boludo, si me lo permite).
El mundo al cual me arrojaron sin anestesia estaba patas para arriba. Conocí algo que, desde mi ingenuidad adulta (sí, aún sigo siendo un ingenuo), nunca pude digerir, pero siempre me lo tengo que comer: "la impunidad".


¿Quiere saber una cosa? En mi casa no había impunidad. En mi
casa había justicia, justicia simple, clara, e inmediata. Pero tambien había piedad.
Le explicaré: Justicia, porque "el que las hace las paga".
Piedad, porque uno cumplía la condena estipulada y era dispensado, y su dignidad quedaba intacta y en pie. Al rincón, por tanto tiempo, y listo... Y ni un minuto más, y ni un minuto menos. Por otra parte, uno tenía la convicción de que
sería atrapado tarde o temprano, así que había que pensar muy bien antes de sacar los pies del plato.
Las reglas eran claras. Los castigos eran claros. Así fue en mi casa.


Y así creí que sería en la vida. Pero me equivoqué. Hoy debo reconocer que en mi casa de la infancia había algo que hacía la diferencia, y hacía que todo funcionara.
En mi casa había una "Tercera Regla" no escrita y, como
todas las reglas no escritas, tenía la fuerza de un precepto sagrado.
Esta fue la regla de oro que presidía el comportamiento de mi casa:
Regla N° 3: No sea insolente. Si rompió la regla, acéptelo, hágase responsable, y haga lo que necesita ser hecho para poner las cosas en su lugar.


Ésta es la regla que fue demolida en la sociedad en la que vivo. Eso es lo que nos arruinó. LA INSOLENCIA. Usted puede romper una regla -es su riesgo- pero si alguien le llama la atención o es atrapado, no sea arrogante e insolente, tenga el coraje de aceptarlo y hacerse responsable.
Pisar el césped, cruzar por la mitad de la cuadra, pasar semáforos en rojo, tirar papeles al piso, tratar de pisar a los peatones, todas son travesuras que se pueden enmendar... a no ser que uno viva en una sociedad plagada de insolentes. La insolencia de romper la regla, sentirse un vivo, e insultar, ultrajar y denigrar al que responsablemente intenta advertirle o hacerla respetar.


Así no hay remedio.


El mal de los Argentinos es la insolencia. La insolencia está compuesta de petulancia, descaro y desvergüenza. La insolencia hace un culto de cuatro principios:
- Pretender saberlo todo
- Tener razón hasta morir
- No escuchar
- Tú me importas, sólo si me sirves.
La insolencia en mi país admite que la gente se muera de hambre y que los niños no tengan salud ni educación. La insolencia en mi país logra que los que no pueden trabajar cobren un subsidio proveniente de los impuestos que pagan los que sí pueden trabajar (muy justo), pero los que no pueden trabajar, al mismo tiempo cierran los caminos y no dejan trabajar a los que sí pueden trabajar para aportar con sus impuestos a aquéllos que, insolentemente, les impiden trabajar.




Léalo otra vez, porque parece mentira.


Así nos vamos a quedar sin trabajo todos.


Porque a la insolencia no le importa, es pequeña, ignorante y arrogante.
Bueno, y así están las cosas. Ah, me olvidaba, ¿Las reglas sagradas de mi casa serían las mismas que en la suya? Qué interesante. ¿Usted sabe que demasiada gente me ha dicho que ésas eran también las reglas en sus casas?
Tanta gente me lo confirmó que llegué a la conclusión que somos una inmensa mayoría. Y entonces me pregunto, si somos tantos, ¿por qué nos acostumbramos
tan fácilmente a los atropellos de los insolentes? Yo se lo voy a contestar.
PORQUE ES MÁS CÓMODO, y uno se acostumbra a cualquier cosa, para no tener que hacerse responsable. Porque hacerse responsable es tomar un compromiso y comprometerse es aceptar el riesgo de ser rechazado, o criticado. Además, aunque somos una inmensa mayoría, no sirve para nada, ellos son pocos pero muy bien organizados. Sin embargo, yo quiero saber cuántos somos los que estamos dispuestos a respetar estas reglas.


Le propongo que hagamos algo para identificarnos entre nosotros. No tire papeles en la calle. Si ve un papel tirado, levántelo y tírelo en un tacho de basura. Si no hay un tacho de basura, llévelo con usted hasta que lo encuentre. Si ve a alguien tirando un papel en la calle, simplemente levántelo usted y cumpla con la regla 1. No va a pasar mucho tiempo en que seamos varios para levantar un mismo papel. Si es peatón, cruce por donde corresponde y respete los semáforos, aunque no pase ningún vehículo, quédese parado y respete la regla. Si es un automovilista, respete los semáforos y respete los derechos del peatón. Si saca a pasear a su perro, levante los desperdicios.


Todo esto parece muy tonto, pero no lo crea, es el único modo de comenzar a desprendernos de nuestra proverbial INSOLENCIA. Yo creo que la insolencia colectiva tiene un solo antídoto, la responsabilidad individual.


Creo que la grandeza de una nación comienza por aprender a mantenerla limpia y ordenada.
Si todos somos capaces de hacer esto, seremos capaces de hacer cualquier cosa.
Porque hay que aprender a hacerlo todos los días. Ése es el desafío.
Los insolentes tienen éxito porque son insolentes todos los días, todo el tiempo. Nuestro país está condenado: O aprende a cargar con la disciplina o cargará siempre con el arrepentimiento..
¿A USTED QUÉ LE PARECE? ¿PODREMOS RECONOCERNOS EN LA CALLE ?
Espero no haber sido insolente. En ese caso, disculpe.
Dr. Mario Rosen