jueves, 29 de abril de 2010

SINDROME DE HUBRIS Y NEMESIS,ENFERMEDAD POLITICA Y PODER


Por la Dra. Graciela María Espinoza

Como dijo Eurípides: “Aquél a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco”.

El poder intoxica tanto que termina afectando la salud y/o el juicio de los dirigentes
políticos.

Las presiones y la responsabilidad que conlleva el poder termina afectando a la mente [1]

Llega un momento en que quienes gobiernan dejan de escuchar, se vuelven irreflexivos y
toman decisiones por su cuenta, sin consultar, porque piensan que sus ideas son las correctas.

Por eso, aunque finalmente se demuestren erróneas, nunca reconocerán la equivocación y
seguirán pensando en su buen hacer.

En un ensayo publicado en “Journal The Royal Society Of Medicine”, David Owen, neurólogo,
señala que cuando el poder sube a la cabeza y se sienten llamados por el destino a grandes
hazañas, es porque están padeciendo un comportamiento hubrístico.

El “Síndrome de Hubris” o “delirio de los políticos” responde más a una denominación
sociológica que propiamente médica, aunque los galenos somos conscientes de los efectos
mentales del poder.

Hubris, es un concepto griego que hace referencia al héroe que después de ganar una batalla
se emborracha con el éxito y eso le hace perder contacto con la realidad y, por lo tanto,
entrar en un huracán de equivocaciones.

En la Antigua Grecia aludía a un desprecio temerario hacia el espacio personal ajeno, unido
a la falta de control sobre los propios impulsos, siendo un sentimiento violento inspirado
por las pasiones exageradas, consideradas enfermedades por su carácter irracional y
desequilibrado, y más concretamente por Ate (la furia o el orgullo).

En la mitología griega, Némesis que es la diosa de la justicia retributiva y la venganza,
contraataca.

¿Cómo se desarrolla el síndrome de Hubris?
Cuando una persona más o menos normal entra a la vida política y de repente alcanza el
poder o un cargo importante, internamente tiene un principio de duda sobre si realmente
tiene capacidad para ello.

Al principio la inseguridad lo llena de ansiedad para no fracasar y pone el mayor esfuerzo
para hacer las cosas bien. Pero pronto surge la legión de incondicionales que le felicitan
y reconocen su valía. Poco a poco, la primera duda sobre su capacidad se transforma y
empieza a pensar que está ahí por méritos propios.

Todo el mundo lo adula, quiere saludarle, hablar con él, recibe halagos de belleza,
inteligencia…

Esta es sólo una primera fase. Pronto se da un paso “más” en el que ya no se le dice lo que
hace bien, sino que menos mal que estaba allí para solucionarlo y es entonces cuando se
entra en la ideación megalómana, cuyos síntomas son la infalibilidad y el creerse
insustituibles. Es entonces cuando los políticos dan el paso en falso, algunos quieren la
reelección indefinida, otros comienzan a realizar planes estratégicos irrealizables, que
abarquen varios mandatos, como si ellos fueran a estar todo ese tiempo, otros inauguran
obras faraónicas imaginarias, manejan la prensa, la publicidad y hasta pueden dar
conferencias sobre temas que desconocen.

Pero no queda aquí la cosa.

Tras un tiempo en el poder, los afectados por el Hubris padecen lo que psicopatológicamente
se llama desarrollo paranoide.

Todo el que se opone a él o a sus ideas, son enemigos personales, desestabilizadores, que
responden a apetencias personales. Puede llegar incluso al “desarrollo paranoide de
persecución”, que consiste en sospechar de todo el mundo que le haga una mínima crítica y,
progresivamente, aislarse más de la sociedad.

Se vuelven herméticos e infranqueables ante la desconfianza, se encierran cada vez más. Se
colocan una pesada armadura que los preserva de los cascotazos de la realidad, pero que los
convierte casi en autistas políticos. Sólo los detiene una gran derrota.

Es entonces que como castigo aparece Némesis, que devuelve a la persona de un batacazo a la
realidad a través del fracaso. Intentan remontar la popularidad y recuperar el prestigio
que se lo llevó la soberbia, pero están tan solos con el poder y desarrollan un intenso
estrés, que los llena de ansiedad y enferman.

Y, así, prosiguen acumulando un sinnúmero de equivocaciones, hasta el cese de mandato o
pérdida de las elecciones. Es entonces que aparecen las enfermedades del poder: Estrés,
depresión, hemorragias digestivas, infarto, accidentes isquémicos cerebrales, etc., ante
una situación que no alcanzan a comprender y que ya no pueden controlar.

En nuestro país el síndrome de Hubris se ha transformado en una epidemia.

Entristece mucho la manera en que pulverizan los mejores cuadros políticos y técnicos
porque son independientes. Los consumen como cigarrillos. En un instante los convierten en
humo y tiran la colilla a la basura.

Así, los mejores hombres son reemplazados por los más sumisos. Aquellos que se atreven a
opinar, a expresar una idea discrepante, poco a poco se van convirtiendo en peones
incómodos que se van alejando del núcleo duro del dirigente afectado por el síndrome.

Si conocen algunas personas en la cercanía del poder que presenten alguno de los síntomas
que se mencionan: exagerada confianza en sí mismos, desprecio por los consejos de quienes
lo rodean y alejamiento progresivo de la realidad, coméntenle que están padeciendo el
síndrome de Hubris y anticípenle que el poder es un bien que circula, nadie es su titular,
que no queda en manos de nadie, y que cambia de dueño fácilmente.

Notas[1] “En la enfermedad y en el poder”, David Owen presenta las conclusiones de seis
años de estudio del cerebro de los líderes políticos. La ventaja de Lord Owen es que además
de ser neurólogo fue ministro de Relaciones Exteriores de Inglaterra y fundó el Partido

Social Demócrata luego de emigrar al laborismo.

Michel Foucault. Un diálogo sobre el poder Ed. Alianza. Madrid 1981


Nota: “Sueña el Rey, que es Rey y vive/ con ese engaño mandando, /disponiendo y gobernando
/ y el aplauso que recibe, / postrado en el viento escribe / y en cenizas lo convierte;


¡La muerte!
Desdicha fuerte
Es que hay quien intente gobernar, sabiendo que ha de despertar.
¿En el Sueño de la muerte?”

jueves, 22 de abril de 2010

Sobre Carlos Martínez Gamba



Hola amigos, me llega, con la firma de Raul Puentes, este mail que describe al reciéntemente desaparecido Carlos Martínez Gamba.
Paraguayo el, pero argentino por adopción, es uno de los grandes de la literatura regional.
Les dejo el mail de Raul... Ese es también mi homenaje...

Acabo de enterarme de la muerte del escritor Carlos Martínez Gamba, el padre de Fedra, una amiga que me dio la adolescencia. En esos tiempos, a Carlos le tomábamos el vino sin permiso y él siempre volvía a dejar una damajuana llena en el mismo lugar, convidándonos sin palabras, acompañando nuestros debates y nuestro crecimiento en silencio, respetuoso, cordial.


Carlos llegaba siempre con la barba larga y los ojos escondidos detrás de tantos pelos. Me enseñó, en su trato, sobre el respeto y sobre los afectos.


Siempre nos miraba esperanzado, optimista. Nos dio un lugar en el mundo, tratándonos como adultos cuando apenas eramos unos gurises promediando la secundaria: fue el primer adulto que me saludó pasándome la mano, mirando a los ojos, apretando fuerte: ese gesto fue un reconocimiento y una enseñanza que siempre tuve presente. Ese hombre misterioso y callado era capaz de salir de ese estado permanente de reflexión con el que parecía andar por la vida para saludar a los amigos de sus hijos, de hombre a hombre, con la deferencia de pasarte la mano y dejarte entrar, de esa manera, al mundo de los adultos, un lugar que por entonces no nos era propio porque la niñez se nos colaba por todos lados, resistiéndose a dejarnos.


Nos sentábamos en el piso, frente al fuego, rodeado por esos libros viejos y amarillentos que yo solía hojear, casi profanándolos, cuando él no me veía. Siempre preguntaba si tu viejo, Fedra, se los había leído a todos, porque eran muchos. Siempre quise pedirle que me prestara uno de esos libros, que me recomendara alguno, pero consciente de mi propia inmadurez, nunca me animé a hacerlo. Sin embargo hoy me doy cuenta que se hubiera detenido a aconsejarme alguno porque no nos veía niños.


Por entonces nadie de nosotros sabía que el papá de Fedra (y de Demian y de Rodrigo) era un escritor importante. Sólo era el padre de nuestra amiga. Y era, también, un hombre profundo que nos inspiraba muchísimo respeto.


En 2004 dirigí la revista Contexto, que se editaba cada semana con el diario El Territorio. El año anterior, en diciembre de 2003, habían premiado a Carlos, nuestro "arandú caraí", con el máximo premio de la literatura paraguaya.


Otro amigo entrañable, Kevin Morawicki, también de Puerto Rico, tuvo el placer de entrevistarlo para Contexto y publicamos una larga nota, que transcribo a continuación.


Confieso que siempre quise hacerle yo esa nota a Martínez Gamba, el escritor, el papá de mi amiga. Nunca pude tener con el hombre que admiro la profunda charla que te permite ese tipo de entrevista y porque no hubiera podido tomar distancia de las emociones de mi adolescencia, le pedí a Kevin que lo entrevistara. Sabía lo que iba a pasar: Kevin volvió impresionado, con los ojos grandes, con el corazón revuelto, con la cabeza sacudida.


Me quedo con las ganas de agradecerle a Carlos por dejarnos tomarle el vino. Y por sus hijos, mis amigos, con quienes hoy lloro ante esta partida.


La nota: http://contexto.blogia.com/2005/053102-arandu-carai.php

viernes, 16 de abril de 2010

Pregón



Señor que no me mira
mire un poco
Yo tengo una pobreza para usté

Limpia
nuevita
bien desinfectada
Vale cuarenta
Se la doy por diez

Señor que no me encuentra
busque un poco
mueva la mano
desarrime el pie
busque en su suerte
en todos los rincones
piense en las muchas cosas
que no fue

Le vendo la pobreza
Es una insignia
En la solapa puede convencer
Qué cosas raras pasan en el mundo
usté tiene agua
yo no tengo sed

Tiene su cáscara
su dios
su diablo
su fe en los cielos
y su mala fe
Lo tiene todo menos la pobreza
Si no la compra
llorará después

Va como propaganda
como muestra
Quizá le guste y le coloque cien

Pobreza sin los pobres
por supuesto
ya que los pobres
nunca huelen bien

Pobreza abstracta
sin harapos
pulcra
noble al derecho
noble del revés
Pobreza linda para ser contada
después del postre
y antes del café

Señor que no me mira
mire un poco
Yo tengo una pobreza para usté
Mejor no se la vendo
Le regalo

la pobreza por esta única vez.

Mario Benedetti