martes, 27 de julio de 2010

Nido jaula


Quise tomar tu encanto. Busqué las llaves de tus ansias.
Abrí puertas y encontré locuras.
Te atrapé por instantes. Fui feliz, con egoísmo y temor.
Ahora espero que vueles.
Que llegues nuevamente a tu cielo. A tu paisaje.
Ya sabes de la tibieza de mi nido, aquel que quise fuera jaula.
Recorre tu universo. Ríe y llora.
Cuando necesites de un remanso, vuelve.
Las ramitas tiernas seguirán esperando.
El remolino de mi sentimiento no habrá variado.
Estaré aquí, como hoy, como siempre.
Y en la turbulencia de mi entorno
volverás a encontrar la paz que hayas perdido.
Siente. Ama. Goza y sufre.
Yo ya he sentido. He amado. He gozado y estoy sufriendo.
No permitas que te dañen.
Enciérrate donde quieras. Sé libre y siéntete amada.
En esas pequeñas cosas está la vida.
Dale luz verde a tus instintos.
Pero no dudes. No claudiques.
Cuando la tristeza te gane. Llega a mi y reiremos juntos.
Entibiaremos nuestros cuerpos.
Y cuando quieras irte, lo harás segura.
Mi nido jaula seguirá abierto.
Para que te vayas.
Para que vuelvas.

Guillermo Reyna Allan (1997)

domingo, 18 de julio de 2010

Aventura de amistad


Las velas francas de la amistad desplegadas, listas para enfrentar cualquier viento, cualquier tormenta.

Así zarpamos tú y yo, amigo, por las aguas turbulentas de la vida.

Primero hubo tiempos de soles y de estrellas, cada uno vació su tesoro en el otro, y así supimos quienes éramos. Pero luego la calma cedió y los vientos soplaron fuertes y hubo que poner a prueba todo lo que alguna vez habíamos puesto en palabras.

La lucha fue cruenta e impiadosa. El barco giró y ambos caímos al agua. Era difícil reconocernos en la noche entre las olas, la lluvia y los truenos.

A veces parecía que estábamos solos, pero luego nos veíamos, apenas a lo lejos. Y un débil hilo de voz llegaba del uno al otro con palabra blancas como palomas: "Resiste" "Ya pasará" "Atravesaremos esto juntos".

Pero la tormenta siguió y arrastró al barco hasta el fondo helado del océano, y nosotros, exhaustos, solo pudimos aferrarnos a un pedazo de madera para mantenernos a flote.

Pero el pedazo era demasiado pequeño como para soportarnos a los dos, así que nos miramos a los ojos en ese momento y supimos que había llegado la hora de la verdad. El instante preciso en que la amistad se pone en juego.

Debajo de la lluvia, que aún caía, no hicieron falta palabras para saber exactamente lo que debíamos hacer. Emprendimos nuestro regreso a casa juntos. El pequeño trozo de madera nos hizo ver cuan grande era nuestra amistad.

Turnados para flotar en la madera, llegamos a la costa. Uno nadaba y el otro descansaba, después cambiábamos los roles. Allí esta encerrada toda la filosofía de la amistad: cuando uno está caído su amigo lo levanta, y viceversa.

(Poesía de Juan López Cordero, Sevilla, España)