El reportaje que transcribimos lo pinta de cuerpo entero y por ello lo publico para los amigos de Poedismo....
Martínez se bajó del ring y se subió a un raid mediático; charlas como rounds en las que respondió sobre sus sensaciones, su relación con la Argentina y su futuro.
"Es que todavía no he podido ver la Argentina, ¿sabes? Todavía no pisé la calle, la verdad. Estoy acá hace. ni sé cuándo llegué. Pero, sí, calculo que va a ser complicado moverme como lo hacía un año atrás o hace seis o siete meses."
Cae la tarde sobre Buenos Aires y resulta piadosamente pertinente recordarle a Sergio "Maravilla" Martínez que aterrizó en la ciudad casi un día y medio antes. Porque el que en realidad está a punto de derrumbarse es él, agotado por una seguidilla de entrevistas y apariciones mediáticas que bien podría compararse con la andanada de golpes de algún rival con un estilo parecido al suyo.
Pero el hombre, tan cómodo en un ring como en un set de televisión, se levanta y vuelve al ataque. Lo hizo en aquel épico round 12°, en Las Vegas, el 15 de septiembre que volvió a marcar un antes y un después en su vida, disparando puños después de tocar la lona, para no terminar la pelea inolvidable "sobreviviendo". Y lo vuelve a hacer ahora, erguido sobre las mullidas alfombras del Caesar Park Hotel, en el corazón de Recoleta, para culminar la serie de entrevistas con palabras claras, en ese idioma tan suyo que mezcla ingenio argentino con tono de inmigrante latino en América o Europa.
Fueron encuentros de 10 minutos, como rounds, controlados por un reloj que marcaba la cuenta regresiva y un cartel elevado para señalar el último minuto. Toda una experiencia verlo en más de uno. En el primero, poco antes del mediodía, para hablar sobre el personaje que él mismo ha construido o, como le gusta definirse, "es". El segundo, a media tarde, para indagar sobre su futuro, que todavía se basa en "soñar". Y el tercero, casi al final del día, antes de su visita a la Casa Rosada -donde fue recibido por la presidenta Cristina Kirchner-, para explayarse sobre su argentinidad, cuando su lugar de trabajo es Estados Unidos y su lugar en el mundo para vivir es (y será, según confiesa) Madrid.
Atendió las 30 entrevistas acreditadas, sobre 90 solicitudes. Desde Zaira Nara, para Canal 9, hasta los más veteranos periodistas de boxeo, a los que trata con especial admiración. Varias veces cambió su vestuario, sin perder el outfit básico: jean prolijamente roto, remera colorida, saco sport, zapatos brillosos. De cerca, en un riguroso segundo plano, lo observaba su madre, Susana, tal vez enterándose de cosas.
Sólo una vez Maravilla interrumpió el ritual de 10 minutos de charla por cinco de intervalo a media tarde para tratar de frenar el dolor de cabeza con una aspirina. Y siempre sostuvo en las manos su libro, Corazón de Rey, en el que un capítulo comienza con la frase "Una cosa es ser campeón y otra ser ídolo. Y eso está muy claro en mi interior".
-¿Cuál de las dos cosas sos, Sergio?
-Las dos, creo, en este momento. "Es que todavía no he podido ver la Argentina, ¿sabes? Todavía no pisé la calle, la verdad. Estoy acá hace. ni sé cuándo llegué. Pero, sí, calculo que va a ser complicado moverme como lo hacía un año atrás o hace seis o siete meses."
Cae la tarde sobre Buenos Aires y resulta piadosamente pertinente recordarle a Sergio "Maravilla" Martínez que aterrizó en la ciudad casi un día y medio antes. Porque el que en realidad está a punto de derrumbarse es él, agotado por una seguidilla de entrevistas y apariciones mediáticas que bien podría compararse con la andanada de golpes de algún rival con un estilo parecido al suyo.
Pero el hombre, tan cómodo en un ring como en un set de televisión, se levanta y vuelve al ataque. Lo hizo en aquel épico round 12°, en Las Vegas, el 15 de septiembre que volvió a marcar un antes y un después en su vida, disparando puños después de tocar la lona, para no terminar la pelea inolvidable "sobreviviendo". Y lo vuelve a hacer ahora, erguido sobre las mullidas alfombras del Caesar Park Hotel, en el corazón de Recoleta, para culminar la serie de entrevistas con palabras claras, en ese idioma tan suyo que mezcla ingenio argentino con tono de inmigrante latino en América o Europa.
Fueron encuentros de 10 minutos, como rounds, controlados por un reloj que marcaba la cuenta regresiva y un cartel elevado para señalar el último minuto. Toda una experiencia verlo en más de uno. En el primero, poco antes del mediodía, para hablar sobre el personaje que él mismo ha construido o, como le gusta definirse, "es". El segundo, a media tarde, para indagar sobre su futuro, que todavía se basa en "soñar". Y el tercero, casi al final del día, antes de su visita a la Casa Rosada -donde fue recibido por la presidenta Cristina Kirchner-, para explayarse sobre su argentinidad, cuando su lugar de trabajo es Estados Unidos y su lugar en el mundo para vivir es (y será, según confiesa) Madrid.
Atendió las 30 entrevistas acreditadas, sobre 90 solicitudes. Desde Zaira Nara, para Canal 9, hasta los más veteranos periodistas de boxeo, a los que trata con especial admiración. Varias veces cambió su vestuario, sin perder el outfit básico: jean prolijamente roto, remera colorida, saco sport, zapatos brillosos. De cerca, en un riguroso segundo plano, lo observaba su madre, Susana, tal vez enterándose de cosas.
Sólo una vez Maravilla interrumpió el ritual de 10 minutos de charla por cinco de intervalo a media tarde para tratar de frenar el dolor de cabeza con una aspirina. Y siempre sostuvo en las manos su libro, Corazón de Rey, en el que un capítulo comienza con la frase "Una cosa es ser campeón y otra ser ídolo. Y eso está muy claro en mi interior".
-¿Cuál de las dos cosas sos, Sergio?
Enseguida aclaró: "Pero, a los casi 40 años, ya no me marea ni el éxito ni el exitismo". Y siguió prestándose al juego que mejor juega y que más le gusta, como la hacía antes de cumplir su sueño.
"NO ESTÁ EN MIS PLANES SER PADRE, NO ES ALGO EN LO QUE PIENSO"
-¿El pibe del pasado qué le diría al hombre de hoy, si espiara por una ventana?
-Me imagino que me diría que quiere ser como yo, ¿sabes? Cuando era chiquito veía mucho deporte y quería ser como Carl Lewis. Tenía como unos 9 años, era mi sueño.
-La fama te llegó a la edad justa. ¿Te vino bien este asunto a los 37 años, en lugar de los 23 o 24? ¿Creés que podría haber sido un desastre de otro modo?
-Depende de la personalidad de cada uno y cómo puede influir. Mi personalidad tiene un mecanismo que no me va a afectar ni ahora ni hipotéticamente años antes. Aunque, claro, lo digo ahora, con los zapatos de un hombre de 37 años, ¿sabes?
-¿Cómo combatís a los famosos, perjudiciales y siempre presentes amigos del campeón?
-Ajá... no, tengo casi 38 años, voy a tener 40 dentro de poco, si no me doy cuenta ahora... Hubiese sido diferente con 20 y 23 años. Pero como dije alguna vez: mientras mis bolsillos estén a resguardo (introduce sus manos en el pantalón), puedo tener todos los amigos que quiera a mi alrededor, que yo sé dónde está mi objetivo, yo miro hacia adelante, nada más.
-¿Qué te dejó cada sitio en donde anduviste para ser el Maravilla Martínez de hoy?
-De todos lados saqué lo mejor. Más que nada me hace saber la capacidad que tengo de adaptación. Saber asimilar cada sitio. Cuando tomé la decisión de partir, fue buscando la tranquilidad económica de saber que iba a tener para comer y subsistir. Me fui adaptando: en el exterior tuve la tranquilidad económica que acá no tenía. Tuve que tomar ciertas decisiones para ser un luchador de renombre mundial. Lo principal fue la versatilidad.
-Ahora sos un favorito para las próximas peleas, aunque antes eras inconveniente para el gran negocio, con tus protestas, con tus maneras. ¿Te seguís sintiendo una pieza desafiante?
-Creo que puedo ser parte de ese engranaje del boxeo. Tal vez, fui una piedra para parte del sistema, pero dejé de serlo. No digo que soy parte del sistema, pero tengo demasiada fuerza para imponerme.
-¿Cómo mantenés la ilusión por un gran proyecto? ¿Cómo se renueva la ilusión?
-Primero, luchando por mis propios sueños, por encima de cualquier beneficio que pueda tener. Antes que nada, la felicidad, ése es mi mayor beneficio. Lucho por ser feliz y ése es el verdadero sentido de cada día. Es lo que me mantiene vivo. Saber qué me hace feliz: eso es lo que puedo transmitir, darme esa alegría cada día.
-A las boxeadoras se les suele preguntar si están preparadas para ser madres. ¿Vos te imaginás como padre en el futuro?
-La pregunta me sorprende. No está en mis planes ser padre, no es algo en lo que pienso. Por ahora no me veo como padre, esa es la verdad, no es mi meta. No lo sé el día de mañana.
-La música que utilizás habitualmente para entrar en una pelea no es una más. Elegiste al grupo Calle 13 en las últimas, que hace una música agresiva en el buen sentido. ¿Por qué?
-Tengo una amistad con René, el cantante de Calle 13. Es una admiración la que tengo por él. Y la verdad es que más allá de la admiración, está la amistad y es como para rendirle homenaje también. Siempre digo: "Macho, me gusta tu música". De hecho, me entreno a diario con su música; cuando boxeo necesito estar alegre, necesito ese ritmo que tiene. Las charlas con él son increíbles, es un tipo muy inteligente. Todo lo que dice deja una enseñanza en cada palabra. La letra dice: "Conmigo vienen, vienen los de atrás".
-Sos un fanático del mundo digital. ¿Qué cosas te atraen de las nuevas tecnologías?
-Por ejemplo, saber que en Australia hay gente que sabe quién soy y recibir propuestas para pelear. Que todo el mundo sepa quién soy. Las redes sociales y Twitter me parecen espectaculares. Aunque lo primero en mi vida es el boxeo, después todo lo demás. Hoy, una pelea se puede empezar a construir desde una computadora.
-Si te pedimos que nos recomiendes un capítulo de Corazón de Rey, tu libro. Sólo uno...
-El que dice que todo comienza con un sueño. Te recomiendo ése, porque es el primer paso que tengo en la vida. Encontrar la verdadera identidad. Al que todavía no la encontró le digo que es más simple de lo que cree. Le digo que hay esperanza de lograrla.
"EN ESPAÑA RESPETAN LA DISTANCIA; EN LA ARGENTINA SE ME TIRAN ENCIMA"
-Hace tiempo contaste que saliste a cenar en Buenos Aires y que la gente se fue amontonando en la puerta del restaurante y se te complicó salir. ¿Creés que eso se va a incrementar ahora?
-Sí, totalmente. Estoy seguro de que sí. Ya está, ya está..., es inevitable. La gente me conoce, ya sabe quién soy, todos se quedaron con mi cara grabada y se me va a hacer imposible pasar inadvertido. Está bien, porque es un bonito reconocimiento.
-¿Cómo te trata la fama? ¿Es asfixiante en algún momento o la asumís con tranquilidad?
-Por momentos, digamos... Yo peleo porque quiero ser campeón y ser campeón va de la mano de ser famoso, y es muy difícil evitar eso. Y a veces puede ser un poquito asfixiante cuando uno quiere tener un momento de intimidad. Pero también reconozco que la gente quiere saludarme, o quiere que yo le estreche la mano, o quiere una foto conmigo. Es decir, es parte de mi trabajo y a veces el trabajo es duro y es asfixiante también.
-¿Y hacés algo al respecto? Es decir, para blindarte y contrarrestar eso, desde lo psicológico y para no entrar en pánico.
-Bueno, para no entrar en pánico me recetaron durante bastante tiempo unas gafitas que usaba antes y ahora ya las dejé y las tengo ahí guardadas por las dudas, que me ayudaban en esto de la visión periférica que tenemos los deportistas. Ver muchísima gente alrededor mío era agobiante y me provocó pánico más de un día, me provocó un susto feo. Hoy en día creo que es algo superado, creo que sí..., espero no volver a usar las gafitas.
-Hay otro riesgo que es el exitismo y los argentinos tenemos esa característica. ¿Hay chances de que te arrastre ese exitismo?
[Mueve los brazos, gesticula cual si fuera un rapero y responde con tono superado] -Casi llegando a los 40 años, no creo que... Ya está, me pudo haber pasado con veintipoquitos, pero a esta edad es algo que tomo como circunstancial. Éste es un tiempo que va a durar lo que tenga que durar y será poco, no mucho más. Y trato de disfrutar lo máximo que puedo, que es un poquitito. Intento no agobiarme. Es difícil, pero sé que tengo que hacerlo, es mi trabajo, mi vida.
-En ese aspecto hay una diferencia, quizás, entre vos y otros boxeadores argentinos, como Monzón, Galíndez. Lo aprendiste.
-Creo que tenemos tanto para aprender de la historia nuestra que si yo cometo un error sería de necio y espero no caer en eso, ¿sabés?
-¿Podrías dar un ejemplo concreto de acciones cotidianas que hacés en EE.UU. y España y que no podrías hacer en la Argentina?
-Por ejemplo, en Madrid, voy al mercado, compro la mercadería para comer, voy, cocino, lavo la ropa yo mismo, pongo la lavadora, friego los suelos yo solo. También lavo los platos sin problemas. Puedo ir a entrenar a la vuelta de mi casa donde hay un parque y donde hay muchísima gente corriendo, y soy exactamente uno más del montón. Eso aquí no podría pasar, no podría hacerlo. Creo que sería muy difícil salir a trotar en un campo de aquí; sería difícil, comprensible, pero difícil. Y eso allá lo hago con total normalidad.
-¿Seguís disfrutando de la intimidad en España más allá de la exposición que tuviste en los últimos tiempos? Te hicieron notas en los diarios, estuviste con Simeone, con Gatti en la TV.
-Muy poco me cambió, poco. Tiene que ver mucho con el español y cómo es. Te iba a decir que el español es distante, pero no es la palabra. Respetan mucho... Hay una propaganda donde hay personas caminando como con burbujas alrededor y es sobre el espacio de cada uno. La gente llega hasta esa burbuja y ahí se queda, ¿sabés? En España respetan el límite y la distancia. En la Argentina es como que tenemos más sangre, se te tiran encima, te dan un abrazo fuerte. Y si te lo hace un argentino está estupendo, pero si te lo hacen 500 te volvés loco.
-Por lo que describís, sería imposible que vivieras aquí, al menos en los próximos años.
-No, mi vida va a ser en Madrid. ¿Mi madre? No, mi madre tiene toda su familia aquí y está tranquila. Si no estuviera tranquila ya se hubiera ido antes, pero no quisieron ni ella ni mis hermanos. Ellos están aquí con su vida y yo estoy muy bien allá. Cada vez que quiero verlos viajo para acá.
"SUEÑO CON PELEAR AQUÍ, EN MI PAÍS; ESO SOLO ME FALTA"
-Ahora ya todos conocemos tu historia, que en Claypole soñabas con Las Vegas. Lo lograste. ¿Con qué soñás ahora?
-Pues sueño con pelear aquí, en mi país. Eso solo me falta.
-¿Y eso no es más utópico que conseguir lo que ya conseguiste?
-No, es cuestión de proponérselo. Sé que es difícil, pero podemos hacerlo. Como decía la otra noche, cuando estuve con Tinelli: estoy tan seguro de que voy a combatir en la Argentina como cuando decía que le iba a ganar a Chávez. Será la próxima, espero.
-¿En el Monumental?
-¿Por qué no? Yo quiero que sea un sitio amplio, con sectores accesibles, para que nadie se pierda la fiesta. El Monumental puede ser, cómo no, por todo lo que significa para mí y para el deporte argentino. Pero también podría ser en el interior. Donde sea, vamos, pero en la Argentina.
-Es sabido que cuando se te pregunta por rivales, respondés el que sea. Pero vale ir por nombre.
-Vamos.
-Floyd Mayweather...
-Yo quiero enfrentarme con los mejores. Y él es el mejor. Quiero ganarle para demostrar que el mejor soy yo. Pero el problema es que da muchas vueltas.
-El portorriqueño Cotto...
-Es una gran posibilidad. Ya lo he dicho: no me gusta lo que se dice de él en el mundo del boxeo y me gustaría pelearlo también por eso.
-Como a Chávez. ¿Ésa es la razón por la que volverías a enfrentarlo?
-El último round abrió una revancha, ésa es la verdad. Si quiere pelear de nuevo, mejor: le voy a pegar el triple de lo que ya le pegué.
-Alto aquí, antes de pasar a Canelo Álvarez. ¿Ya no será necesario verte hacer esos shows en los que costaba reconocerte, para promocionar una pelea?
-Lo seguiré haciendo si alguien me provoca lo que me provoca Chávez. Ése también era Maravilla, auténtico. Y respecto de Canelo, es muy jovencito, pero está entre mis objetivos.
-¿Y qué hay después del boxeo? ¿Borde del ring o estudio de TV?
-Lo que ya he iniciado: mi carrera de promotor. Televisión también habrá, seguro. Y teatro: me gustaría profundizar en el humor, con el stand up.
-¿Política?
-No, la política para los políticos.
-¿Cuánto tiempo le queda al boxeador?
-Lo que siento es que me quedan menos sueños por cumplir, aunque el físico me da para rato todavía. Hay tecnología y tratamientos: tengo las lesiones lógicas de esta disciplina, para gente que se entrena a mi ritmo. Lo importante está aquí, en mi corazón. Cuando sienta el momento, diré que hasta aquí he llegado.
Fuente: YaMisiones