Sed más bien buenos entre vosotros, entrañables, perdonándoos mutuamente como os perdonó Dios en Cristo (Ef 4,32).
Soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros. Y por encima de todo esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección (Cl 3, 13-14).
Para perdonar a los demás debemos recordar siempre cómo Dios nos perdonó en Cristo. Debo perdonar a quien me ofendió, no porque yo sea bueno o la persona lo sea, ni porque la merezca. Si tentamos saber si persona tiene culpa o no nos caeremos al murmurio, porque nuestro corazón, en aquel momento, está herido y, de esa forma, nadie piensa correctamente. Por lo tanto, para evitar cualquier posibilidad de alimentar el rencor, el secreto es perdonar inmediatamente. Perdonar como el Señor nos perdona. Para eso hace falta revestirnos de la caridad.
Caridad no es dar algo a alguien, eso es filantropía. Caridad es darse por entero a alguien que no merece. Fue eso lo que Jesús hizo por mí y por ti y por toda la humanidad. Jesús se ofreció enteramente a todos, inclusive, a aquellos que estaban siendo usados para crucificarlo. “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen’ (Lc 23, 34).
Sólo por el perdón vivido explícitamente nos tornamos, de hecho, hijos e hijas de Dios. Mientras no perdonamos, estamos viviendo como si fuéramos adoptados por el maligno. Que por señal, muchas veces nos comportamos así.
Hace falta perdonar siempre y perdonar especialmente a los que no merecen nuestro perdón. Es el secreto que nos hace actuar como hijos e hijas de Dios
Del libro: “A cura do resentimento”
Fuente: Cancionnueva- ALMAS
3 comentarios:
Hola, muy interesante el post, muchos saludos desde Panama!
Interesante articulo, estoy de acuerdo contigo aunque no al 100%:)
Lo importante amigo es "estar" y me alegro que te haya gustado el blog. Un abrazo. Guillermo
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