jueves, 30 de octubre de 2008
DISFRUTA TU CAFÉ
sábado, 25 de octubre de 2008
GOLPES DE AUSENCIA
Miro a la distancia sin ver.
Busco en derredor algo que inspire mi alma.
Siento lágrimas.
Golpes de ausencia.
Respuestas desencontradas, y yo sin saber.
Mi mar es tan transparente, como insondable tu pensamiento.
Y duele
¡ Ay niña, como duele !
Te siento. Y de pronto, otra vez, golpes de ausencia.
Un repiqueteo de locuras.
Una esperanza.
Y la daga de tu olvido, dejándome.
Reencuentro y amor.
Cabello mojado y llanto.
Borbotones de miel. Sufrimiento aceptado.
Golpes de ausencia.
Guillermo Reyna Allan
sábado, 18 de octubre de 2008
El cirujano clandestino
Se refiere a Hamilton Naki el cirujano que retiró el corazón del donante para que se realizara el primer trasplante de corazón en un ser humano.
Situémonos, noche del 3 de diciembre de 1.967, hospital Groote Schuur, Ciudad del Cabo (Sudáfrica). Esa fecha memorable en la que el cirujano Dr. Christian Barnard, realizó con resultado satisfactorio del primer trasplante de corazón.
La noticia se sintetizaba.. "Aquel señor, había salvado la vida a otro señor que se iba a morir porque su corazón no quería funcionar más". Las entrevistas a Barnard tenían la misma repercusión que las que tuvieron como protagonistas a los astronautas que, dos años más tarde, llegarían a la luna.
Es bien conocida por todos la frase "la historia nos pondrá a todos en su sitio", y eso es lo que ocurrió hace unos años.
Siendo un hombre con inquietudes, consiguió poco a poco ganarse la confianza de sus jefes y participar en las pruebas quirúrgicas con los animales... primero como ayudante, después como anestesista...hasta que terminó siendo él el que operaba a los animales.
El Dr. Barnard, lo fichó en su equipo de investigadores, a pesar de ser negro (Todo un detalle). El Sr. Naki, siguió aprendiendo hasta que le llegó el momento. En la operación de ese 3 de diciembre de 1.967, él fue quien realizo la extracción del corazón sano, del cuerpo de la mujer atropellada, y cuidó del órgano hasta que el Dr. Barnard lo implantó en el paciente.
Tras la desaparición del aparheid, llovieron los reconocimientos a Naki. El propio Barnard reconoció , en una entrevista, que Naki era mejor que él técnicamente. El propio Naki, defendió la injusticia cometida hacia él..."Si hubieran publicado mi fotografía los habrían llevado a la cárcel. Así eran las cosas en aquel entonces" (El País, España, el 26 de abril de 2.003).
Naki, siguió en el equipo del Dr. Barnard hasta que se jubiló, con la pensión mínima que le correspondía a un jardinero. Falleció a los 78 años el 29 de mayo de 2.005.
lunes, 13 de octubre de 2008
RINCONES DE COLORES
Rincones azules.
Besos agazapados. Pasiones prisioneras.
Tus ojos entienden. Tu mirada también.
Tus labios desean el beso perdido.
Mas no los dejas, no los dejas.
Se abre tu boca para decir amor.
Y el silencio gana. Una vez más.
Yo tengo las llaves. Permíteme entrar.
Déjame guardar en el cofre de tu cuerpo toda mi ternura,
toda mi locura, todo mi sentir.
Los rincones ahora son rojos.
No puedo entender.
Tu mirada se escapa. El cielo la atrapa.
Me muero de celos. Nube no soy.
Tú tienes las llaves, y no me dejas llegar.
El dolor se agiganta. El llanto está aquí.
Rincones negros.
El vacío. Las sombras. El adiós.
Guillermo Reyna Allan - Río Cuarto - Abril, 1997
martes, 7 de octubre de 2008
Imaginé
Imaginé que era sordo, pero te oía.
Te oía a través del murmullo del agua.
En el canto de los pájaros.
En la risa del bebé.
Te oía en el llanto de una madre sola.
Imaginé que era ciego, pero te veía.
Te veía en el manto blanco de la montaña.
En el verde de la selva lujuriosa.
En las profundidades del mar vírgen.
Te veía, en los mil colores de la mariposa.
Imaginé que era mudo, y te decía.
Te decía de mi amor silencioso.
De mis deseos controlados.
De la ternura guardada.
Te decía, de mis gritos ahogados.
Imaginé que no sentía, y te tocaba.
Y mis dedos recorrían tu universo.
Temblaba al contacto de tus labios mojados.
Y tocaba con mis yemas, tu cabello enmarañado.
Y palpaba en lugares recónditos. De secretos confiados.
Imaginé que no olía, y percibía aromas delicados.
El olor de mil jazmines olvidados.
De leche tibia, perfumada.
De hembra ardiente, enamorada.
Imaginé que eras mía, y te tenía.
Tenía tu cuerpo junto al mío.
Los dos sedientos, gimiendo.
Y ya, nada ni nadie, será capaz de arrebatarme
el burbujeo de mi imaginación.
Guillermo Reyna Allan
Río Cuarto,Mayo de 1997