Imaginé que era sordo, pero te oía.
Te oía a través del murmullo del agua.
En el canto de los pájaros.
En la risa del bebé.
Te oía en el llanto de una madre sola.
Imaginé que era ciego, pero te veía.
Te veía en el manto blanco de la montaña.
En el verde de la selva lujuriosa.
En las profundidades del mar vírgen.
Te veía, en los mil colores de la mariposa.
Imaginé que era mudo, y te decía.
Te decía de mi amor silencioso.
De mis deseos controlados.
De la ternura guardada.
Te decía, de mis gritos ahogados.
Imaginé que no sentía, y te tocaba.
Y mis dedos recorrían tu universo.
Temblaba al contacto de tus labios mojados.
Y tocaba con mis yemas, tu cabello enmarañado.
Y palpaba en lugares recónditos. De secretos confiados.
Imaginé que no olía, y percibía aromas delicados.
El olor de mil jazmines olvidados.
De leche tibia, perfumada.
De hembra ardiente, enamorada.
Imaginé que eras mía, y te tenía.
Tenía tu cuerpo junto al mío.
Los dos sedientos, gimiendo.
Y ya, nada ni nadie, será capaz de arrebatarme
el burbujeo de mi imaginación.
Guillermo Reyna Allan
Río Cuarto,Mayo de 1997
No hay comentarios.:
Publicar un comentario