Hablar de violencia hoy nos sensibiliza a todos.
En cada rincón donde nos encontremos es imposible mantenerse aislado de esta realidad. No se pretende hacer hoy hacer un análisis sociológico de la violencia en cada nivel, solamente pretendo que nos ubiquemos en lo que observamos cada día en nuestras calles; en nuestras escuelas; en el deporte; en la familia, y nos encontramos que estamos insertos , y no somos ajenos a esa realidad que nos golpea.
Ayer fueron los hechos en un estadio de fútbol en la no tan lejana, hoy, Buenos Aires. Hoy aqui, a pocas cuadras de nuestras casas, frente a la Municipalidad de Posadas. La intemperancia es dueña y la violencia se acomoda como mejor le place en el protagonismo de aquellos que están escudados en una protesta, o los otros que se pretenden desarticular la misma. Para el caso es igual. La irresponsabilidad y el querer ganar protagonismo conduce rápidamente al descontrol de ambas partes.
¿Quién arrojó la primera piedra, el primer palo, el inicial insulto? ¿Tiene importancia? Lo concreto es que vecinos contra vecinos, ¿amigos contra amigos?, se enfrentan sin medir en muchos casos las consecuencias de sus actos.
La violencia, cual ángel de las tinieblas, se ríe; sobrevolando por aqui y por allá. Una nueva victoria. Ella es la única que gana.
¿Vivimos en una sociedad enferma? Creo que no hay muchas dudas al respecto. Un virus de maldad, falta de valores, de ética, de convivencia, se ha instalado desde hace un tiempo en la Argentina. Misiones tampoco es ajena a ello. No hay vacunas contra una epidemia que se propaga más y más.
Debemos volver a hablar de los valores. Esos de los que tantas veces nos hablaron nuestros padres y maestros, y que en la gran mayoría de los casos caló bien hondo y nos dejó un gran sedimento. ¿Porqué nosotros no hacemos lo mismo?. Tenemos temor a que nos tilden de antiguos, que somos pesados, que la realidad de hoy es otra. No importa, debemos seguir poniendo nuestro granito de arena, debemos dar el ejemplo, porque es la única forma de cambiar. No estimulemos con el silencio o dejando que otros hagan cosas que a nosotros también nos involucran.
Por alli debemos pensar que estamos evadiendo el verdadero problema al hablar de "lo que otros hacen" y cómo prevenirlo. La violencia no es algo que "otros" hacen: es algo en lo que todos, de una forma u otra somos cómplices. Somos "igual de culpables" y deberíamos estar buscando como es que perpetuamos la violencia en nuestras propias relaciones cotidianas.
Ahora bien, como dice Javier Cruz, la violencia es el camino más fácil y rudimentario para arribar a una solución. Puedo conseguir algo a través de ella pero en este caso hay que ver cuánto pierdo (al ganar)… Podríamos decir que algo gano, pero que también algo pierdo.
Personalmente creo que por medio de la violencia se pierde más de lo que se gana. El hecho de que la violencia exista implica que debo convivir con ella, y esto sugiere además que debo conocer cómo funciona para poder manejarla y asi evitar convertirme a mí mismo en un individuo violento y generador de violencia.
Cuando la gente se enoja o apela a la violencia el grito es un medio de descarga. Nos gritamos unos a otros, lo más interesante es que solemos gritarnos cara a cara. Buscamos la cercanía del otro, lo enfrentamos y le gritamos hasta cansarnos.
Ahora bien, ¿por qué gritamos si estamos uno delante del otro?. La versión más conocida dice: gritamos porque queremos imponernos, queremos tener la razón para poder someter al enemigo. Esta sería una versión bastante occidental, basada en la competencia y el egocentrismo.
La otra alternativa nos llega desde la sabiduría oriental. Esta dice que, aunque estén cara a cara, las personas gritan cada vez mas fuerte pues sus corazones, en ese momento, están sumamente alejados...
Para el oriental es todo cuestión de amor, la violencia ha hecho que los corazones se separen y la única manera posible de llegar al otro, de comunicarme con él, es gritando. Mientras más nos enojamos mas fuerte gritamos... pues cada vez la distancia entre nosotros es mayor.
Cuando el enojo pasa y la relación vuelve a su cauce, nuestros corazones están cerca y hasta un susurro basta para comunicarnos. Dice la sabiduría oriental, que cuando el amor brilla, los corazones están tan juntos que parecen unidos. En esta unión sublime, ya no hacen falta palabras pues el silencio cobra pleno sentido...
Escribre: Guillermo Reyna Allan (Extraído del mismo autor en Infodía.com.ar)
Escribre: Guillermo Reyna Allan (Extraído del mismo autor en Infodía.com.ar)
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